18 | Copa de las Casas

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18 | COPA DE LAS CASAS

Arrugué los ojos cuando alguien se interpuso entre los rayos del sol que chocaban en mi rostro. Escuché un lloriqueo de animal, como de un perro. Era grande, porque su sombra cubría gran parte de mi cuerpo. Lloraba sobre mí, moviéndome la mano con su hocico. Quise alzar la mano para acariciarlo y hacerle saber que estaba bien, pero ya no lo oí.

Parpadeé. Cuando abrí los ojos, la luz me cegó. Tardé unos minutos en acostumbrarme.

—Buenas tardes, Danielle.

Moví mi cabeza. Albus Dumbledore estaba sentado en una silla al lado de mi cama. Sonreía.

—¿Profesor Dumbledore? ¿Qué está...? —entonces recordé todo, cada evento ocurrido anoche. Me incorporé de golpe con una gran mareo—. ¡Harry! ¡La Piedra... y Quirrell! ¡No, Harry! ¡¿Dónde está mi hermano?!

—Cálmate, Danielle. Acabas de despertar. —Arrastró un poco su silla, dejándome ver la otra cama a sus espaldas. Harry yacía ahí, dormido. Suspiré con alivio y temor.

—¿Él está bien? ¿Le han revisado la cabeza y el cuello? Quirrell lo estaba ahorcando, y se desmayó primero...

—Harry está bien, Danielle, al igual que tú.

—¿Y por qué no ha despertado?

—No tardará en hacerlo.

Como si hubiera escuchado que hablábamos de él, Harry se removió en la cama. Gimoteó antes de abrir los ojos. Por instinto me estiré para pasarle sus gafas, pero Dumbledore se me adelantó. Harry se las puso, se sentó en la cama y bostezó, estirándose.

Dumbledore y yo esperamos pacientemente a que terminara.

Harry sintió nuestras miradas y volteó. Parpadeó como lo hice yo, desconcertado, y luego tuvo mi misma reacción.

—¡Danielle! ¡Profesor, la Piedra! ¡Quirrell la tiene!

—Te diré lo mismo que le dije a tu hermana, querido muchacho: cálmate —dijo Dumbledore—. Ahora, para los dos: Quirrell no tiene la Piedra.

—¿Entonces quién la tiene? Señor, yo...

—Harry, por favor, cálmate, o la señora Pomfrey me echará de aquí.

Pasé la vista por la enfermería y noté que habían dos mesas, cerca de la puerta, repletas de paquetes. Incluso algunos se resbalan y caían al suelo. Parecía la mitad de la tienda de golosinas.

—Regalos de sus amigos y admiradores —explicó Dumbledore, radiante—. Lo que sucedió en las mazmorras entre ustedes y el profesor Quirrell es completamente secreto, así que, naturalmente, todo el colegio lo sabe. Creo que sus amigos, los señores Fred y George Weasley, son responsables de tratar de enviarles un inodoro. No dudo que pensaron que eso es les divertiría. Sin embargo, la señora Pomfrey consideró que no era muy higiénico y lo confiscó.

—¿Cuánto tiempo hace que estamos aquí, profesor? —pregunté, más calmada.

—Tres días. El señor Ronald Weasley y la señorita Granger estarán muy aliviados al saber que han recuperado el conocimiento. Han estado sumamente preocupados. También el señor Zabini, el señor Diggory, la señorita Dunbar, la señorita Graham y el señor Brewer, ente muchos otros.

Blaise, Cedric, Fay, Ingrid y Flynn.

Harry boqueó muy confundido.

—Pero señor, la Piedra...

—Veo que no quieres que te distraiga. Muy bien, la Piedra. El profesor Quirrell no se las pudo quitar. Yo llegué a tiempo para evitarlo, aunque debo decir que lo hicieron
muy bien.

Mellizos Potter y la Piedra Filosofal | HP [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora