09 | Troll

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09 | TROLL

—¿Por qué estás sonriendo?

—¿Eh? —me volteé hacia Hermione, que me observaba acusatoriamente desde su cama. Yo acababa de salir de la ducha luego de despertar temprano en la habitación de Harry.

—Estás sonriendo. Como si hubieras tenido un buen sueño.

—No soñé nada.

—¿No? Pues yo sí. Pesadillas. —Se bajó de su cama y se acercó a la mía. Lavender recién despertaba, Parvati estaba cantando en la regadera y Fay seguía profundamente dormida—. Soñé con un perro enorme de tres cabezas, ¿sabes?

—Oh. Lo siento por ti.

—Mmh —acercó su cara a la mía hasta que nuestras narices se rozaron. Era gracioso, porque su cabello al despertar era un nido de pájaros—. No estás asustada, ¿verdad? ¡Te gustó lo que pasó ayer!

—¿Cómo dices?

—Meterte en problemas, Danielle. Te gustó meterte en problemas. —Se tiró a mi cama dramáticamente, con las manos hundidas en el enjambre que llevaba por melena—. Oh, no. Veo venir los líos en los que terminaré arrastrada por seguirte.

—No exageres, Her. Y apúrate, tengo hambre.

Hermione no exageraba, para nada. Si sonreía a pesar del cansancio de mi cuerpo por haber corrido como desquiciada por todo el castillo, era porque la adrenalina de vivir una aventura de ese tipo superó el miedo. Me había encantado, francamente. Fue súper emocionante.

Un rato después y ya vestidas con el uniforme apropiado, bajamos al comedor para desayunar. Hermione estaba de un humor particularmente malo. Todo el asunto del monstruo en el tercer piso la sacaba de quicio, y estaba decidida a pretender que no existía para no perder su cordura. Lo cual también incluía pretender que Harry y Ron tampoco existían, porque no les habló en lo absoluto mientras desayunábamos. Ellos tampoco, y no se molestaron en ser más discretos a la hora de expresar su alegría ante la indiferencia de Hermione.

Cada día perdía más las esperanzas de que fueran amigos, o mínimo se llevaran bien.

Estábamos terminando de comer cuando seis lechuzas cruzaron el comedor cargando un largo paquete sospechoso que llamó la atención de todos los estudiantes. Las lechizas lo depositaron en nuestra mesa, frente a Harry. Nosotros estábamos más entusiasmados por abrirlo que él mismísimo Harry. No venía con una nota, pero nos hicimos una idea de quién la había enviado cuando resultó ser una escoba, precisamente una Nimbus 2.000, como la que vimos en la vitrina de la tienda en nuestra primera vez en el callejón Diagon.

Cabía aclarar que Ron se volvió loco de emoción, a Harry no lo logré bajarlo de las nubes y Draco moría de celos.

A éste último le tenía especial cuidado. Me confundía mucho, igual que el profesor Snape. Los dos se portaban de lo peor con Harry, pero a mí me pasaban de largo o simplemente me miraban diferente. Era taaaan extraño.

Por la tarde, mientras Harry tenía su primer entrenamiento con Oliver Wood, el capitán del equipo, yo me fui a la biblioteca a matar el tiempo estudiando. Lo hacía mayormente para mantener contenta a Hermione y sacarle un poco la ansiedad que cargaba encima. Este era su elemento y aquí era donde se relajaba.

—¿Sabes qué es muy curioso? —comenté después de un rato en silencio, mostrándole el libro que tenía en mis manos—. Leer sobre mí. O sea, no es mucha información porque nadie sabe realmente lo que pasó... Pero es raro leer sobre esa noche, sobre mis padres y sobre Vold...

—¡No digas su nombre! —exclamó alarmada, consiguiendo que alguien le chiste—. Su nombre no se menciona, Danie.

Rodé los ojos y cerré el libro de Historia de la Magia.

Mellizos Potter y la Piedra Filosofal | HP [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora