01 | Boa Constrictor

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—Harry, despierta.

Moví a mi hermano por el hombro suavemente. A pesar de que caía dormido muy rápido, tenía el sueño ligero como yo por lo que no tardó en abrir los ojos y parpadear somnoliento. Le pasé sus gafas que se colocó a regañadientes.

—¿Qué hora es?

—Temprano, tía Petunia no tardará en levantarse —rebusqué por debajo de la cama nuestros calcetines, encontrando el par café de él y los púrpuras míos—. Hoy es el cumpleaños de Dudley, ¿recuerdas? Tía Petunia va a despertarnos a gritos para que todo salga perfecto.

Y como si ella misma buscara confirmarlo, Harry y yo escuchamos el irritante sonido de sus tacones contra la superficie de las escaleras. Sus pasos sacudieron el techito de nuestra alacena provocando que el polvo cayera y las arañas se alborotaran. Hice una mueca. Por más que limpiara, ellas seguían apareciendo por aquí. Ya hasta sentía que éramos amigas.

—¡Arriba, los dos! —golpeó la puerta de la alacena—. ¡Levántense ahora mismo!

Resoplé con fastidio, pero abrí la puerta y salí primero, dándole a Harry espacio para estirarse. Si solo uno de nosotros durmiera ahí, podría considerarse una habitación completa. Pero los dos seguíamos creciendo y cada vez se reducía el espacio, por eso yo me despertaba más temprano que Harry.

Como ya me había cambiado la pijama por el vestido azul roto de tantas veces que me caí con él, fui hasta la cocina donde descansaban todos los regalos de mi primo Dudley. Desde un computador hasta una bicicleta, había todo tipo de objetos que solo había visto en la televisión.

Me entraron ganas de pasar la mano por la consola de videojuegos o rompérsela con un bate de beisbol, lo que estuviera a mi alcance, pero tía Petunia volvió a aparecer con su delantal de flores y su mirada de furia que me dedicaba todo el tiempo.

—¿Qué haces ahí parada? ¡A freír los huevos! ¡Harry, vigila que el beicon no se queme! Mi Dudley tiene que tener el desayuno que se merece.

Obedecí sus órdenes siendo seguida por mi hermano, no sin antes sacarle la lengua en cuanto se dio la vuelta. Como venganza no me lavé las manls y estrellé el huevo en el sartén mientras Harry freía el beicon, echándole continuas miradas a los regalos sobre la mesa.

—¿Crees que sean más que el año pasado? —preguntó curioso.

—No sé si sean más, pero son mejores. ¿Has visto...?

—¿La consola? —completó, mirándome emocionado—. Sí, es una pasada.

—No voy a fingir que no muero de envidia, James. Si le rompemos un cable, al menos él tampoco podrá usarla.

En ese momento los pasos pesados de los hombres más desagradables que había conocido en mi vida llegaron a la cocina, por lo que me callé, muy a mi pesar. El cerdo junior de mi primo se abalanzó hacia sus regalos sin saludar siquiera a su madre, el cerdo mayor de tío Vernon venía detrás de él sonriendo orgulloso de verlo comportarse como animal. Puse los huevos en platos diferentes, Harry agregó el beicon y repartí los platos por toda la mesa.

Mellizos Potter y la Piedra Filosofal | HP [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora