04 | Callejón Diagon

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04 | CALLEJÓN DIAGON

En cuanto me desperté, deseé volver a estar dormida

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En cuanto me desperté, deseé volver a estar dormida. Había soñado algo extraño. Primero fueron de nuevo esos fuegos artificiales verdes, aunque esta vez se sumó una espeluznante y aguda risa malvada. No obstante, aquello era mejor que volver a la realidad, donde vivíamos con gente que nos odiaba y nos trataba como dos pedazos de popó.

Sin contar el hecho de que saldría del segundo sueño que tuve, ese donde un viejo amigo llamado Hagrid nos rescataba de las garras de los Dursley para decirnos que éramos magos y luego llevarnos al colegio de magia, donde todos nos conocían y nos querían.

Me estiré aún con los ojos cerrados, y cuando los abrí me quedé procesando mi existencia unos segundos. Mis cables mentales se conectaron unos a otros y mi primer pensamiento fue que ese no era el techo de nuestro nuevo dormitorio.

Me enderecé de golpe. Un pesado abrigo resbaló de mi cuerpo y noté a Harry dormido a mi lado, murmurando en sueños como a veces hacía. Miré hacia los lados identificando las pútridas paredes de la cabaña. Es decir, que todo ese viaje que hicimos no fue parte del sueño.

Un golpeteo proveniente de la ventana me sobresaltó. Había una lechuza del otro lado, picoteando el vidrio para que la dejara entrar, con un periódico en el hocico. Abrí la ventana y ella entró volando por un lado, aterrizando en un bulto que estaba encima del sillón. Dejó el periódico ahí y fue hacia el abrigo que cubría a Harry, empezando a rebuscar en él.

—Hey —traté de espantarla con las manos—. Vas a despertar a mi hermano, fuera de aquí.

—Quiere que le pagues por traer el periódico.

Grité asustada ante la voz somnolienta que salió del bulto en el sillón. Se dio la vuelta y me fijé en el par de ojos que sobresalían entre tanto pelo.

—¡Hagrid! —exclamé anonadada y aliviada—. ¡Eres real!

—Cómo no iba a serlo —replicó perezosamente—. La lechuza, Danielle. Págale para que pueda irse.

—¿Y con qué le pago? Soy pobre.

—Busca en los bolsillos, dale cinco knuts.

—Okay —pero ¿qué rayos era un knut? Busqué entre los bolsillos hallando manojos de llaves, bombones de menta, sobres de té... finalmente encontré un puñado de monedas extrañas y la lechuza extendió la pata donde llevaba atada una bolsita de cuero—. Vale, espera. No me apresures que el cerebro no me funciona tan temprano.

Conté los que creí que eran cinco knuts y las eché en la bolsita. La lechuza aleteó, me picó la coronilla y salió volando por la ventana. No le caí muy bien.

En el sillón, Hagrid se desperezó, estirándose y levantándose.

—Buenos días, Danielle.

—Buenos días, Hagrid. ¿Dormiste bien?

Mellizos Potter y la Piedra Filosofal | HP [01]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora