07 | Pociones
—Es ella, la de pelo negro.
—¿Le puedes ver la cara?
—¿Has visto su cicatriz?
—Dicen que no habla mucho... Es rara, ¿no crees?
Comentarios como esos se habían convertido en mi día a día. Probablemente era lo único que conseguía amargar mi existencia, pero era cosa de nada comparado con todo lo bueno que tenía en este momento. Mi hermano, mis amigos, mi colegio y mi magia.
Las cosas en Hogwarts superaban mis expectativas todos los días. Era un castillo en todo su esplendor, como si estuviera embrujado, porque aquí todo tenía vida propia. Las escaleras se movían y en ocasiones los escalones desaparecían, los cuadros se visitaban unos a otros como vecinos reuniéndose un sábado a almorzar, los fantasmas volaban por todos lados (algunos ayudándonos a encontrar los trayectos correctos, otros -como Peeves- haciendo el camino imposible) y habían paredes que eran puertas y puertas que parecían paredes. Una cosa loquísima, una vez Neville y yo nos estrellamos contra una creyendo que había pase.
Estaba fascinada con cada rincón y muy decidida a conocer todos sus pasadizos secretos, ya que en algunas ocasiones solía olvidarme de las horas de entrada a clases y tenía que tomar atajos. El problema era el señor Filch y su frustrante gata chismosa. El otro día le pisé la cola por accidente cuando traté de llegar corriendo a clase de herbología después de haber quedado atrapada en el baño por problemas digestivos, y maulló tanto que el señor Filch creyó que estaba torturándola. Me reprendió por correr en el pasillo y me hizo pedirle disculpas a la señora Norris, pero al menos me permitió llegar a clase.
Me encantaban los animales, especialmente los perros, pero a ella la odiaba.
En cuanto a las clases, tenía astronomía, encantamientos (mi favorita), transformaciones (mi segunda favorita), historia de la magia, herbología, defensa contra las artes oscuras, pociones y lecciones de magia, que todavía no empezaban. Me iba bien en todas ellas, especialmente en las que me gustaban más. Defensa contra las artes oscuras era la favorita de Harry, pero en mi opinión era algo aburrida. El profesor Quirrell no sabía cómo impartirla. Además, no podía concentrarme con el olor a ajo y las adivinanzas de lo que podría estar bajo su turbante.
Por otro lado, hacer amigos no fue tarea difícil. Venían a mí como abejitas. También se acercaban a Harry debido a que seguíamos siendo la novedad y todos querían conocernos, oír la historia de nosotros sin tener en cuenta que teníamos un año cuando todo ocurrió. Era exasperante. Mi hermano los evitaba a todos por igual, únicamente concentrado en Ron y en sus compañeros de habitación, pero yo conseguí algunos amigos no tan interesados en mi cicatriz y más en mí. Algunos eran de otras casas, incluso había uno de slytherin que me caía muy bien. El último en ser nombrado el día de la Selección, Blaise Zabini.
Oh, y algo que atraía más gente: el hecho de que me había convertido en una Hatstall. Al parecer era un acontecimiento rarísimo que ocurría cada cincuenta años, aproximadamente, y gracias a ello gané una medalla honorífica que tuve que guardar en la Sala de Trofeos. Todavía no me daba el tiempo de ir a verla y aumentar mi ego. La gente creía que ser Hatstall me convertía en una bruja poderosa e inteligente, tomando en cuenta a la profesora McGonagall como referencia. Ella me había felicitado personalmente al inicio de su clase. Fue una pasada, me hizo muy feliz.
Ya era viernes, pocas semanas habían pasado pero yo sentía que toda mi vida había estado en Hogwarts. Pertenecía a este lugar. Me adapté tan rápidamente que nadie que me viera podía pensar que durante diez años no sabía absolutamente nada de la magia.
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Mellizos Potter y la Piedra Filosofal | HP [01]
FanfictionDanielle y Harry Potter son un par de huérfanos que viven en el número 4 de Privet Drive, bajo la tutela de sus tíos Vernon y Petunia Dursley. Tras once años de una vida precaria llena de prohibiciones, encierros injustificados, mala alimentación y...