Capítulo Ocho

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And if you have a minute, why don't we go talk about it somewhere only we know?

This could be the end of everything. So why don't we go somewhere only we know? (Somewhere only we know - Keane)

Agosto

En el momento que la puerta se abrió el olor a alcohol inundó mis fosas nasales.

Entré a mi casa como siempre lo había hecho: sin ganas.

Ian entró milisegundos después.

La expresión en su cara fue más que obvia. A mí también me repugnaba ese lugar.

Demasiados recuerdos por borrar.

Las latas de cerveza acumuladas por años en el salón, donde yo no tenía permitido entrar, la cocina llena de envoltorios de comida precalentada, la ropa sucia de mi padre en el suelo.

Era vomitivo.

Al subir a mi habitación la cosa cambió. Aún olía a limpio.

Todo estaba en su lugar, como siempre me había gustado tenerlo.

Así que solo cogí mis cosas y las metí en una bolsa de deporte. Para mi suerte o para mi desgracia, todo cupo perfectamente en una única bolsa.

¿No es triste que todas mis cosas pudieran meterse en una sola bolsa de deporte?

No me quedaría en esa casa.

Tras salir del que había sido mi hogar, nos dirigimos al banco. Saqué el dinero justo de la tarjeta de mi padre para alquilar un piso pequeño.

Y así lo hicimos. Pasamos una semana buscando el piso perfecto. Y creo que tuve suerte.

Encontré un piso de una sola habitación, cocina, sala y baño a unas calles de Sun Park.

La primera impresión que me dio fue paz.

El aroma a limpio predominaba en mi nuevo hogar. Al cruzar el umbral de la puerta supe que era el indicado.

Tenía los muebles justos y suficientes, y con algunas decoraciones sería más acogedor.

El dueño me entregó las llaves y me deseó suerte.

Todo había sido rápido, pero había hecho bien.

No quería molestar en casa de Ian, la cosa seguía bastante tensa y sentía que era mi culpa.

De todas formas, el nuevo piso no quedaba demasiado lejos de la casa de Ian, así que podría visitarlos de vez en cuando, y estaba segura de que seguiría viendo a Ian cada día.

Había empezado a ir al psicólogo. Me ayudaba bastante a llevar la situación. La mayoría de las veces, cuando estaba con Ian, me centraba solo en evadirme de los problemas, así que no se me hacía muy difícil ignorar la situación la mayor parte del tiempo. Él se encargaba de hacerme olvidar eso. El problema venía cuando estaba sola.

—¿Estás segura de que quieres venir a vivir aquí ya? Sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras y sinceramente, no creo que esto sea lo más apropiado en este momento Hera. Sabes que no deberías estar sola justo ahora.

—Estaré bien, de verdad. Y si ocurre algo juro que te llamaré o algo así. Ya habéis hecho suficiente por mí.

—Si es por eso, sabes que no es cierto. Hera solo quiero que estés bien. Si solo me juras que lo vas a estar...

—Ian...

—Al menos déjame acompañarte al supermercado. Tengo que hacerme a la idea de que ya no estarás más en casa.

RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora