Capítulo Doce

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Yeah, you got that somethin' I think you'll understand when I say that somethin' I want to hold your hand (I Want To Hold Your Hand - The Beatles)

Solo tardamos unos minutos en hacer que todo volviera a la normalidad.

Al parecer, la amistad era mayor a cualquier otro sentimiento que tuviéramos el uno por el otro.

—Espero que esta vez no nos encontremos a una mafia rusa cuando lleguemos.

—¿Crees que volvería a cometer el mismo error?

—Creo que deberías dejar de mezclarte con esa gente, aunque yo no esté.

Él me ignoró. No sabía si estaba enfadado, pero no me importó. Si para que comprendiera lo peligroso que era tenía que romper nuestra amistad, lo haría.

Pero no podía soportar la idea de que él podría salir mal en este asunto, y menos que yo no hiciera nada por evitarlo.

Igualmente, descarté la idea de que se hubiera enfadado en el momento que se frenó en seco, dio media vuelta quedando frente a mí y me sopló en un ojo.

Yo lo cerré con fuerza por la molesta sensación.

—Eres desagradable.

—Sube.

Al mirar a mi alrededor entendí por qué lo había hecho. Acabábamos de llegar al bosque y ni siquiera me había dado cuenta.

—Vale, pero tienes la bragueta bajada.

Puso los ojos en blanco y esperó a que yo me subiera en su espalda. Cuando lo hice siguió andando por el camino que ya habíamos recorrido en varias ocasiones.

Pero algo había cambiado esta vez.

El que se asustó por una serpiente fue Ian.

Me vi agarrada como un mono en su espalda, a punto de caer, mientras Ian se subía en un árbol.

Una serpiente de el grosor de mi pierna nos había pegado un susto de muerte.

Una vez estuvimos sentados en la rama de un árbol, a unos dos metros del suelo, le pregunté.

—¿Por qué nos has subido a un árbol?

—Entré en pánico.

—La serpiente puede subir hasta aquí. Lo sabes ¿no?

Me miró aterrorizado y saltó, quedando de nuevo de pie en el suelo.

Y así fue como pasamos aproximadamente veinte minutos esperando a que yo saltara del árbol.

Hasta la serpiente se había cansado de esperar y se había ido.

Pensé en llamar a un helicóptero para que me bajara. Sería bastante dramático, pero Ian dijo que era demasiado.

Al final, contra mi voluntad, tuve que saltar.

Para mi suerte caí en los brazos de Ian, cómo él me había prometido unas mil veces, más o menos.

—¿Ves cómo eres una exagerada? No ha pasado nada.

—Te recuerdo que el que se ha subido al árbol has sido tú. Y conmigo encima.

—Te tengo que llevar en la espalda porque te da miedo que te ataque una hormiga. No eres la más indicada para hablar de exageraciones, Hera.

Le di un pequeño empujón en el hombro y él soltó una risita nasal.

—Bien, ya ha pasado tu momento de pánico. Ahora vuelve a cargarme o tendremos que llamar a un helicóptero para que me lleve a la playa.

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RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora