Capítulo Once

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Oh, since the day I saw you I have been waiting for you, you know I will adore you 'til eternity (Be My Baby - The Ronnetes)

-Lo más impresionante es que sin saberlo conocí a mi abuela. Y me trajo tarta de queso sin conocerme. -Le contaba a Ian mientras caminábamos hacía la heladería.

-¿Y lo de la tarta de queso te parece lo más alucinante? Cada vez pienso que estás más loca.

- Bueno, tu cada vez eres menos soportable y no me quejo. -bromeé.

-Oh, sí qué te quejas. ¿Vienes o no?

-No quiero molestar. Ya sois demasiados como para añadir otro plato más.

-Deja de decir tonterías y mueve el culo.

-¿Ves como estás irritable? Ya ni hacerme de rogar puedo.

Ian puso los ojos en blanco, pero lo vi sonreír por el rabillo del ojo.

-Amelia me ha estado preguntando por ti. Dice algo de pingüinos.

-¡Ah, sí! Le dije que le dibujaría un pingüino. A ella también le gustan.

-Me sigue sorprendiendo que te gusten a ti.

Al fin llegamos. Al entrar, el ambiente característico de ese pequeño lugar que se había convertido en mi local favorito me invadió al segundo. Era un espacio realmente fresco.

Robert detrás del mostrador sirviendo helados a niños me daba ternura.

-¿Qué tal el día, Robert? -Pregunté. Ian solo lo ignoró.

-Limitándome a existir. -me sonrió irónicamente.

-Hera se queda a comer. -Avisó Ian.

-Mamá ha salido con Amelia a buscar a Rue en coche. Creo que viene Zack.

-Genial, esperamos arriba.

-Perdeos. -dijo Robert terminando de servir un helado de menta. -Bueno, tú no, Hera. Tú me caes bien.

Puse los ojos en blanco con una sonrisa y seguí a Ian por las escaleras hasta llegar a su casa.

-No tardarán. Podemos esperar aquí.

Los días que me quedé en esa casa no fueron los mejores de mi vida. Por eso, supongo, no caí en la gran colección de vinilos que había en una de las estanterías del salón. Se llevó mi atención de inmediato. Me acerqué a la estantería para poder observar más de cerca.

-¿Quieres poner alguno? -La pregunta de Ian me sorprendió.

Quise decir que no, solo para no desordenar, porque si se veía muy ordenado.

Pero en el momento que vi un vinilo de "Be my baby" de The Ronettes, no me pude resistir.

Miré a Ian con los ojos iluminados, y cómo si me hubiera leído la mente, cogió el vinilo y lo puso en un tocadiscos que había en una esquina, junto al mueble de la televisión.

Me senté en una silla con una sonrisa enorme.

La melodía llenó la habitación.

Observé los pasos de Ian sonriendo como una tonta, esa canción me hacía extrañamente feliz.

Ian quedó frente a mí, y mi mandíbula cayó al suelo -no literalmente, eso sería demasiado horrible y sangriento- cuando me ofreció su mano.

-¿Bailas?

-¿Me ves con cara de Billy Elliot?

-Mueres por hacerlo.

Acepté su mano y me puse de pie frente a él.

RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora