Don't feel bad for me, I want you to know, deep in the cell of my heart, I will feel so glad to go (Asleep - The Smiths)
Después de pasar a ver a Bri en la juguetería, regresé a casa.
Metí la llave en la cerradura sin muchos ánimos.
No era mi mejor día, aun no me había recuperado del todo del virus que había cogido quien sabe dónde.
Me moqueaba la nariz, mi voz sonaba extraña y de vez en cuando, seguía teniendo fiebre.
Al fin y al cabo, solo habían pasado varios días.
Tres, para ser más exactos.
Escuché movimiento en el piso de mi abuela, pero no me interesó demasiado.
Lo único que me apetecía era tumbarme en el sofá y cerrar los ojos para intentar aliviar el dolor de cabeza.
Cerré la puerta detrás de mí y me lancé sobre el sofá.
No había terminado de hundir la cabeza en el cojín en un intento de suicidio absurdo cuando sonó el timbre.
Frustrada porque habían interrumpido mis planes de no levantarme del sofá en toda la tarde, fui a abrir la puerta.
Mi abuela se encontraba tras esta con una expresión que no sabría describir.
—¿Ocurre algo? —Pregunté, preocupada. No era normal en mi abuela lucir así de cohibida.
—¿Puedes venir un momento, cariño?
—Claro que sí.
Cogí las llaves de casa antes de cerrar la puerta y seguir a mi abuela hasta su piso.
—¿Ocurre algo con Regina?
—No, ella está perfectamente. Es mejor que lo veas por ti misma.
Entramos en su piso y no vi nada raro.
Todo estaba en su sitio, incluso olía a lavanda, como siempre.
Mi abuela se metió en la cocina. Intenté seguirla, pero me detuvo.
Así que esperé unos minutos ahí, en mitad de la sala, con la mirada fija en la puerta de la cocina y jugueteando con mis dedos, nerviosa.
Entonces, mi abuela entró de nuevo a la sala, y no iba sola.
Regina la seguía, con muy mala cara. Parecía enfadada. Se sentó en un sillón sin siquiera saludar.
Me sorprendió ver que había alguien más con ellas.
Una mujer, de unos treinta y cinco años, las seguía. Tenía una expresión de preocupación notable y su presencia me hizo temblar de forma extraña.
—Hera, cariño. Esta es Alma. Mi hija. Tu madre.
Después de escuchar a mi abuela pronunciar esas palabras, el dolor de cabeza se volvió más intenso.
Me quedé paralizada, en el sitio.
Estaba frente a la mujer que me había abandonado. Ella era tan culpable de lo que me había pasado como mi padre.
Mis piernas comenzaron a temblar.
Sentí que caería al suelo en cualquier momento. Regina, se levantó del sillón y me colocó la mano en la espalda, caminando conmigo hasta el sofá, donde me obligó a sentarme junto a ella.
—Hola. —Dijo la mujer, después de unos segundos.
—Es... ¿Es eso lo que vas a decir después de haberme dejado abandonada con un maltratador? —Mi voz sonaba tan ronca como cortada.
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Recuerdo
Teen Fiction¿Acaso se puede vivir sin recuerdos? Hera creía que sí. De hecho llevaba viviendo así toda su vida. Hasta que él llegó. Desde el primer momento supo que algo cambiaría. Que crearían recuerdos juntos. Que alguien por fin la sacaría de ese agujero en...