Capitulo VIII

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Arco I.

Vino Escarlata.

Capítulo 8.

[...]

¿Creíste que juagarías con el fuego sin quemarte?...cariñó agradece que sólo te dejó marcado, y no en cenizas, agonizando.

Yo renazco del fuego, por que soy el maldito diablo.


[...]

Las manos que descansaban sobre sus hombro lo ayudaban a mantenerse de pie y no perderse. Los gritos pareciendo alaridos, las partículas de humo negro y blanco sofocándolo, la música sonando excesivamente alta, las miradas y caras conocidas, lo estaban mareando, al grado de no sentir nada, y extraviarse en el borde sus más pensamientos desquiciados, al filo de convertirse en lo vesánico. Algo aturdido por la primera impresión por supuesto, tenía bastante tiempo de si quiera poner un pie en ese repugnante lugar, y la sola idea de estar ahí le daba escalofríos.

La percepción y concepto que tenía acerca de aquel lugar se había esfumado, había sido cruelmente asesinada por viles manos sucias. Convirtiéndolo en algo atroz, miserable, tan sórdido.

No recordó el recorrido, a pesar de conocer el lugar mejor que la propia palma de su mano, no era miedo el que lo envolvía, o en cierta parte si, no obstante, no era como el miedo que podría tener al ver tantas atroces acciones, tampoco era el hecho de estuviera siendo espectador de personas buscando su propio placer tales cómo; apostar, drogarse, beber en exceso alcohol, e incluso tener sexo.

Le podía mas el sentimiento de sentirse cómplice de las atrocidades que sucedían ahí, por que sabía que el sólo bastaba ver para formar parte de las actividades inhumanas que se realizaban, no era necesario participar, el ser un espectador lo manchaba al igual que quién las realizaba.

Conformé pasaron los minutos comprendió que las personas que visitaban ese lugar carecían de vergüenza, valores, honor, entre otras cualidades de las cuales parecía él también perder. Él ni en lo más recóndito de su mente se hacía la idea de regresar a aquel lugar llamado "El dragón azul". Conservaba la idea de que los amargos recuerdos habían quedado sepultados , no expresa el sentimiento, sólo se queda callado y lo apostilla en cualquier lugar obscuro de su mente.

Cuando tomo asiento Louis también lo hizo, sentadose a un lado de él, aún tocando de sus hombros, algo que le otorgaba ese raro sentimiento que aún no lograba describir, ni descifrar. Pero que rara mente lo hacía sentirse bien.

Con un movimiento pulcro de su muñeca y un par de chasqueós por parte de Louis, fue necesario para que las meseras se acercarán, las cuales su piel estaba mas que expuesta, no tenía nada en contra de aquello, pero la tela que apenas cubría su cuerpo solía ser translucida y sumamente corta, sobre todo ajustada.

Odiaba aquel lugar lúgubre, para dónde que volteara, existía la alta posibilidad de ver a personas teniendo sexo u hombres aprovechándose de las mujeres de la vida galante(de la situación, y de sus escasa probabilidad de salir adelante), viviendo de la monarquía que los mismos hombres impusieron sobre ellas. Aborrecía el hecho de que la mayoría de las mujeres que trabajan ahí, no conseguían empleos por fuera, y todo por el hecho de ser prostitutas, no importaba si sólo fueron unos años, o toda su vida, no eran aceptadas entre la sociedad, al parecer en la estúpida cabeza de la mayoría de la sociedad su valor disminuía, algo que le parecía más qué infame, cruel y bastante estúpido. 

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora