Capitulo XIII

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Arco I.

Vino Escarlata.

Capitulo 13.

[...]

Sus ojos eran mi salvación, sus besos eran cómo morder la manzana ofrecida por el diablo, siendo un pase a mi perdición.

[...]

Inglaterra, Londres.

Cuatro años atrás...

El clima era gélido, tanto que podía sentir como el frío se colaba por sus huesos y comenzaba a congelarlos, lo sentía cómo si un líquido frío y espeso le recorriera las venas. La noche era cubierta por nubes grises, asechando lo que parecía ser una perfecta velada, el brillo de las fieles compañeras de la bella luna era cubiertas por espesas nubes que lucían agresivas, llenas, listas para colisionarse entré sí, dispuestas para crear esos horribles ruidos estruendosos, los cuáles aún les temía.

Todo era acompañado por una muy notoria "llovizna" según los medios de comunicación, la cual parecía más una tormenta catastrófica sin final. Las gotas no cesaban, al contrario, eran más violentas y estruendosas. Golpeaban el suelo con brusquedad y el ruido que hacían era abrumador, tanto que ni si quiera podía pensar con claridad. Harry rogaba porque no comenzaran los relámpagos, mucho menos los truenos. El hecho de que el cielo comenzara a iluminarse por aquel fenómeno natural con descargas eléctricas, que iluminaba el diluvio griseco por completo, ya que pinta el cielo de una manera celestial haciéndote sentir vivo, recordando lo que pequeños que somos y lo rápido que nos podemos ir, tan rápido como un rayo desaparece un árbol completo, dejando polvo, simple polvo.

No obstante, aún tenía cierto miedo hacía aquel fenómeno natural. 

Sus manos temblaban al igual que todo su cuerpo rígido y frío, era más que evidente que enfermaría, no obstante, en su cabeza pasaban todo tipo de cosas, todo menos la idea de contraer un resfriado. El viento era violento, provocando que sus cabello tomará miles de direcciones, enredándolo, su pecho le dolía al solo traer lo que parecía ser una segunda piel, cuero, su precioso traje de cuero negro. El dolor era lacerante, pero as su vez caliente, ya que las brisas las sentía cómo quemaduras sobre su pecho descubierto.

El llanto no abandonaba sus fanales cristalinos y rojos, las ácidas lágrimas se rehusaban a dejarlo, ya que por mucho que intentará detenerlo, estas sólo se volvía más fuertes. Estrujando de su pecho, haciendo que su garganta ardiera y sienta que se ahogaba hasta con el simple respirar. Las puntas de sus pies las sentía entumecerse ante la falta de calor, y sus manos no se daban a basto con las mangas de la chaqueta. Sin omitir que los músculos de su garganta estaban bastante resentidos por dar alaridos, por gritar bajó la lluvia, y por las palabras mal sonantes que la corrompieron al salir de la mansión.

El dolor de su corazón era impresionante, sentía que se ahogaba pero se obligaba a calmarse. Era como hundirse en el mar con una ancla a sus pies y sin una cuerda que la saque ; sumergirse en la oscuridad que ocultaba la melancolía. Con la ansiedad consumiéndolo y el dolor desgarrador carcomiendo su interior, deseaba arrancarse la piel, desaparecer para que dejara de doler.

Destruido, sollozando, con un corazón roto vociferando por alguien que simplemente ya no estaba lo hacía sonreír, de la manera más desquiciada. Por que el sólo recuerdo lo hacía tener ese dulzor que lo hacía sentirse vivo de nuevo, sólo eso lo hacía sonreír. Y aunque fuera loco, el cielo se oscurecía por la nube de humo rojiza, tan intensa y gloriosa. Proclamando que nadie podía meterse con el príncipe de las tinieblas.

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora