Capitulo XXI

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Arco II.

Vino Escarlata.

Capitulo 21.

[...]

Su lengua era afilada cómo su daga, él sólo era rosa, con espinas en lo más profundo su corazón.

[...]

Sicilia, Italia.

Septiembre, 14.

Su pronta llegada a la residencia Tomlinson, fue inesperada y para nada planeada. Desencadenado qué fuera espectadora del caos qué la familia tenía, y del poco control qué una de sus integrantes poseía.

El tacón en sus tacones era alto, excesivamente alto, pero no lo suficiente, no para ella. El negro sólo hacía relucir su tez blanca. Su pantalón era largo, al grado de qué rozaba el final de la decoración de su calzado, el sacó era a su medida, este por supuesto abierto, mostrando sus marcadas clavículas, la camisa qué portaba era ceñida a su cintura y busto. 

Las hebras de su cabello castaño caían en una perfecta cascada de ondas rizadas. Fina y respingada era su nariz, delicada, con ese toque de elegancia qué no cualquiera posee. Su mandíbula firme y delineada, bastante acentuada. Torneadas por se trabajadas y delgadas piernas se escondían bajo el pantalón de vestir.

El rojo envolvía sus labios de una forma sensual sin llegar a ser vulgar, sus tupidas pestañas eran cubiertas por capas infinitas de un negro intenso. Sus fanales eran resaltados por unas sombras oscuras qué jugaban un papel fundamental en su elaborado maquillaje, profundizando su mirada, otorgándole esa llama de la vida  cautiva.

La almendrada mirada qué sostenía era fría pero a su vez cálida, una contradicción de alguna u otra manera era complementaria al porte qué sostenía.

Los pasillos parecían ser eternos, decorados de una forma bastante peculiar, con un verde qué según ella, había visto antes, en alguien. Por más qué se esforzó, no logró recordar quién era el dueño de tan bello color, así qué se rindió y prosiguió su tan poco ortodoxo recorrido.

Pasillo tras pasillo parecía ser lo mismo, en excepción con el último piso, el cuál era más sofisticado y variado. Con los colores pasteles y tonos fuertes siendo parte de las paredes y muebles.

—¡Bianca!—Una voz ajena a ella y lo qué parecía ser una presencia desconocida la llamó.

Con su mirada desenfocada detrás de su mandíbula, girando un poco de su cuello, logro ver a Niall, corriendo en dirección sus brazos, cómo si fuera un niño pequeño. De no ser porqué antes de qué este se abalanzará sobre ella, se hizo a un lado, estaría en suelo al igual qué Niall en esos momentos, quién la miraba con molestia por dejarlo caer.

—Siempre tan efusivo e impulsivo. —Le ofreció ayuda al omega qué se encontraba tirado en suelo, quién no lo dudo ni dos segundos y aceptó.—No has cambiado para nada.

—También es un gusto volverte a ver.—Se aferró al cuerpo de la alfa, quién sólo suspiró y se venció, después de todo era Niall quién la abrazaba, no podía oponer resistencia.—Créeme, no hace falta qué digas lo mucho qué me extrañaste. 

Al final, ella también lo abrazo, sonriendo a la par, notando cómo Niall se encontraba al borde de llorar por el conmovedor encuentro entre viejos amigos. Beso el cabello rubio de su amigo, y lo apretó más hacía su cuerpo, logrando sentir los desenfrenados latidos del corazón ajeno sobre los suyos, fuertes, y rápidos.

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora