Capitulo XVIII

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Arco I.

Vino Escarlata.

[...]

El amor qué siento por ti es tan intensó qué decirte te amo sería medir algo qué para mi resulto ser infinito.

[...]

Ante el fogoso beso, se vio en la necesidad de inclinarse y recostarse. No tuvo qué esperar una invitación, ya qué el rizado ya lo había envuelto entre sus temblorosas piernas. Arrodillado entre las piernas del rizado fue qué profundizo el beso, y las falsas estocadas.

Apretó un poco de los glúteos bien estructurados del omega, levantando de este, para qué pudiera acomodar entre sus piernas. Harry sólo soltó un respingo por el brusco tacto-que le agrado-respingo qué se ahogo en la boca del alfa, quién lo besada con fiereza, cómo si deseará todo de él.

Asimismo, para evitar sentirse qué cae al vacío, se permitió pasar sus brazos por el cuello ajeno, buscando tacto con el sedoso castaño, y ya un poco largo cabello. Sus dedos se enroscan sobre las hebras lisas castañas, jalando con un poco de ímpetu al sentirse abrumado por las miles de sensaciones qué desembocan las caricias sutiles y el rudo beso.

Conformé el beso subió de tono, sus caricias también lo hicieron, perdiendo el miedo e inocencia qué alguna vez tuvo. Sus lenguas eran una guerra constante por el control del ritmo del afrodisíaco beso. Sin embargó sus pulmones vociferaron por algo qué se les estaba prohibiendo, así qué ante una necesidad fisiológica se separaron.

En un abrir y cerrar de ojos, las manos de Louis se aferraron de una manera posesiva de la cintura del omega, seguido de una acción qué le robó el aliento, qué lo hizo delirar y perderse ante la peculiar y placentera sensación.

Al momento idóneo qué Louis simuló una embestida contra él, gimió, por lo alto, sin pudor, sin temor, mucho menos de ser escuchado por alguien ajeno a ellos dos. La sensación de un calor ferviente lo envolvió, tomando su sentido lógico y poca sensatez qué aún conservaba.

Otr-otra— Se acercó al oído del alfa, para poder gemir sólo para él, deseaba que fuera audible sólo para su alfa.

Para la persona qué lo hacía sentirse de mil maneras, tan diferentes y variadas qué no importaba qué estuvieran haciendo, nada era aburrido, siempre descubría nuevas emociones qué experimentaba en su máximo con el alfa qué los sostenía en brazos.

Louis mordió de sus labios, y repitió su acción, esta vez haciendo sus embestida más rápidas, desordenadas y bruscas, al grado de qué quién las recibía fuera un manojo de nervios, jadeos y gemidos. La manera en qué tomaba posesión de su cintura, cómo si sus dedos se fundieran con su piel lo hacía desear gritar, tanto qué enterraba sus uñas en los hombros ajenos.

Gruñidos, jadeos, gemidos altos y agudos, eran lo qué  hacían eco por toda la habitación. Los cuales se intensificaba conformé el beso se hacías más demandante y posesivo.

La forma en la oscuridad los embriaga, con sus aromas desprendiéndose de su cuerpo sin clemencia de lo qué podría desembocar en el otro, era un deseó qué ambos habían soñado sin hablarlo.

Todo hubiera seguido su lento curso, de no ser porqué Louis gruño sobre su boca, al percibir un afrodisíaco y delicioso aroma qué desprendía el omega, la combinación de kiwi y fresa había profanado sus fosas nasales sin misericordia de su estado.

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora