Capitulo XI

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Arco I.

Vino Escarlata.

Capítulo 11.

[...]

Mi copa necesita de ese espesó líquido un tanto adictivo, de ese que los seres humanos hacen llamar sangre fría.

[...]

El tiempo pareció detenerse, ambos sumergidos en su propia burbuja, sintiéndose tan fuera de sí, tan irreal, misterioso al borde de lo que podría ser doloroso. Harry era atrofiado por los dulces sentimientos que el alfa provocaba en él, al grado de no sentir, ni ver más allá de la leve caricia que Louis le proporcionaba, y es que ninguno parecía querer detenerse. Louis perdido en los hermosos fanales del omega, viendo más que el mismo verbo de ver, era más preciso y majestuoso, lo admiraba, siendo capturado por la belleza del menor, siendo atrapado, envuelto por el sentimiento que parecía ser mutuo.

Harry sólo se sonrojaba por la manera en que Louis lo miraba, ya que su mirada no eran tan pesado cómo solía serlo. No obstante, era cómo si quisiera ver más allá del simple color de su iris, y viceversa. Era cómo si Louis se hubiera abierto un poco con Harry, al igual que con una flor, que sólo ante el sol más cálido mostraba su belleza interno, dejando maravillados a todos, pero con la fortuna de que muy pocos lo podían apreciar, y entre esos pocos se encontraba él, siendo embelesado por sus facciones siendo bañadas por los rayos cálidos que lograban filtrase por la ventana. El azul se volvió más fino, delicado, único, ya que al ser cubiertos por los rayos del sol se abrían más las pupilas cómo defensa del cuerpo, sin embargó, la fina línea del azul entre el oscuro brillante, lo hacía sentirse bien.

Pestañeó un par de veces, sólo para asegurar que sólo era un bonito sueño, lo cual no era, por que mientras cerraba sus ojos y pasaba saliva con dificultad, seguía ahí. No parecía importar cuantas veces cerrará los ojos, el alfa seguía ahí, no se desvanecía cómo solía hacerlo en sus más secretos e íntimos sueños que jamás se atrevería a contar en voz alta.

El verde y el azul, siendo conectados cómo nunca, combinando de una manera perfecta, encajando, siendo ellos. Encontrando lo que jamás buscaron, pero que si lo hacía demasiado lejano.

El pulgar del alfa se deslizaba con ternura por la mejilla sonrojada del omega, sintiendo cada detalle de está, así como los pequeños casi no visibles pelitos que tenía. Al estar tan sumergido en sólo las caricias del castaño, comenzó a ronronear, mientras que Louis lo miraba con cierto brillo en sus ojos, lo miraba de una manera dulce, suave, muy calmada, cómo si estuviera memorizando cada detalle de la piel lechosa del rizado. Y es que mientras más lo acariciaba, más emitía pequeños ronroneos que eran audibles sólo para el alfa, cómo si se tratará de un secreto, de un pequeño secreto sólo entre ellos dos.

El brillo era impresionante, era cómo ver una constelación de estrellas en los fanales índigos de el alfa, y es que en el momento idóneo que Harry le regresó la mirada, sintió como una corriente eléctrica lo atacó, provocando que su pulso se acelerará con devoción. Y cómo si fuera posible, sintió los latidos del rizado cómo propios, era inexplicable, y tal vez loco, pero era cómo un tipo de lazo. El mirar los ojos del omega era todo un paraíso, un placer visual, todo un deleite para el alfa. No obstante, también era cómo si viera el mismísimo infierno reflejado en aquella constelación verdosa, ardía cómo lo hacían las estrellas, la destrucción, la delectación por la muerte ajena, el mismo placer hacía la sangre siendo derramada, resultando algo bastante catastrófico, por que aunque se negará, la muerte, el miedo y el desosiego reina entre los fanales del rizado.

Vino EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora