UNA DONNA PER L'ALTRA
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—¡Angie! —Fiorella salta de su asiento y prácticamente se tira a mis brazos para saludarme—. Te estábamos esperando —dice con una sonrisa, separándose de mí.
Tengo que parpadear antes de poder centrarme en su cara. Por Dios, ni siquiera había notado que estaba aquí, como si la presencia de su hermano en medio de la cocina fuera tan fuerte que lo eclipsara absolutamente todo.
En el lugar también se encuentra Beatrice, quien me mira desde el otro lado de la encimera con una pequeña sonrisa y los ojos tan azules como los de Matteo, opacados por unas marcadas ojeras oscuras.
—Hola, dolcezza —me saluda con el característico acento familiar—. ¿Desayunas con nosotros?
Le dedico un asentimiento acompañado por una sonrisa de labios cerrados.
—Por supuesto, Beatrice. Es más... —Me vuelvo hacia el hombre que, a mi lado, carga con todos mis tuppers de cocina—, he traído suficiente para todos —señalo cogiendo los envases y acercándolos a la encimera.
Y me es imposible no mirarlo de nuevo a él, puesto aun lleva en brazos a mi sobrino, y yo me he pasado la semana entera muerta de ganas por volver a verlo.
En nada me sorprende descubrir que su expresión no se ha suavizado en lo absoluto. Me sigue mirando con odio mientras Nicholas lucha entre sus brazos para lanzarse sobre los míos, balbuceando la palabra «mamá».
—Deja que lo cargue, Angelo —le ordena su madre con una mirada que no deja cabida a la réplica. Él la mira por un segundo antes de volver sus ojos los míos, y, de mala gana, pasármelo por encima de la superficie de granito.
Su madre me sonríe cuando lo tomo en brazos y comienzo a llenarle la cara de besos.
—Hola, Nick. Te he extrañado un montón —cuchicheo sobre su oído.
—Ha sido muy amable de tu parte haberte molestado en traer comida preparada, Angelina —señala su abuela.
—Pensé que eso sería lo más idóneo, cariño. No es mi intención causarle molestias gastronómicas a tu hijo. —Mis ojos se fijan en él, sin intentar ocultar el desprecio que le tengo.
—Lástima que no hayas logrado tu cometido, cuñada. Porque es tu presencia lo único que en realidad me molesta.
—¡Angelo!
Él dedica una sonrisa falsa antes de mirar a su madre.
—Me largo. Hagan el favor de cuidar bien a mi hijo, ¿entendido?
—¿No piensas desayunar? —le pregunta su madre.
—Se me ha quitado el hambre —contesta mirándome—. Además, tengo un asunto importante que atender.
«¿La muerte de Corina Conti, tal vez?» Me muerdo la lengua para evitar que se me escape esa interrogante.
—Figliolo, por Dios, necesitas comer algo —le habla ella en un tono íntimo y maternal, tomándolo por el brazo.
La mujer parece tan preocupada que por alguna razón me pregunto si también debería estarlo yo.
—Mamma, estoy bien. Quédate tranquila. —Y aunque sus palabras no parecen servirle de nada, lo deja ir.
Angelo comienza a rodar la encimera y por instinto mis ojos lo siguen, detallando su forma estudiada de caminar, como si cada uno de sus pasos fuera tan precisa como la mano encargada de haber planchado esa camisa blanca que se le pega al cuerpo y deja a la vista la oscuridad de los tatuajes que se esconden debajo.
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Seducir a la Mafia [Pasiones Peligrosas #1]
Lãng mạnAngelo Gabriele Lombardi lo único que posee de un ángel, es su belleza. Como líder de la mafia italiana de Nueva York, sus manos portan la sangre de sus más acérrimos enemigos, su piel, las marcas de una bestia, y su corazón, la promesa de proteger...