C A P Í T U L O 36. «VIENI CON ME, RAGAZZA»

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VIENI CON ME, RAGAZZA

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Los días posterior a mi primer encuentro con la bestia en la sala de música, transcurren aterradoramente rápidos.

Y eso puede deberse al sobre cargo de tareas a las que me he sometido con la organización del cumpleaños de Nick y la decoración navideña de la casa, o quizás al agotamiento que convierte mis noches en un pestañeo después de que Angelo se cuela en mi habitación para follarme de forma bestialmente deliciosa, una y otra vez, sin darme tregua, hasta que finalmente me quedo dormida entre sus brazos y a la mañana siguiente despierto sola en la habitación.

Y aunque el muy maldito pueda vanagloriarse diciendo que soy su presa, que soy suya, y que el poder solo lo tiene él, el buen trabajo que ha hecho mi boca alrededor de su polla me han otorgado como premio dos llamadas supervisadas personalmente por él.

Intenté bromear diciéndole que al primero que llamaría sería a Noah, pero resulta que al líder de la mafia no le hace ni pizca de gracia mi relación con un agente de la ley.

—No me toques las pelotas, ragazza —gruñó sobre mi oído, y yo contuve el impulso de decirle que era precisamente eso lo que quería tocar.

Así que antes de terminar follando sobre el escritorio, le hice la primera llamada a mi jefe, solo para mentirle con respecto a mi ausencia, diciéndole que se debía a una emergencia familiar en Londres que me impediría volver a Nueva York en un buen tiempo.

El maldito de Angelo consiguió que la historia pareciera creíble, explicándome que gracias a un aparato satelital de última tecnología que posee, Magnus vería el código de área de Londres en el registro de sus llamadas entrantes.

Sin embargo, este no parecía muy convencido mientras me contaba que un oficial federal le había contactado para preguntarle por mí.

—No te preocupes por él —le dije—. Es solo un ex novio que está desesperado por encontrarme. Tuve que dejarle una nota diciéndole que estaba en un viaje de trabajo porque si le decía que estaba aquí con mis padres, de seguro habría venido a buscarme. ¡Así de loco está!

Con eso conseguí dejarlo más tranquilo. Se despidió asegurándome que todos me extrañaban en la oficina y que podría volver cuando quisiera. Que mi puesto era solo mío. Y no pude evitar que se me formara un nudo en la garganta al recordar que eso iba a ser imposible.

Ni siquiera logrando salir de aquí con Nicholas, podría regresar a mi vida en la ciudad.

La siguiente llamada fue para mis padres.

Y si la que le hice a mi jefe me conmovió, esta me partió el corazón. Mi madre no paró de llorar mientras me regañaba por haber sido tan desconsiderada al irme de «retiro espiritual» veinte días atrás sin haberles avisado absolutamente nada.

Con lo mal que se la pasaron después de la desaparición de Evelyn, me sentí horrible al ser yo la causante de un nuevo sufrimiento para ambos. Por suerte, conseguí ponerme en contacto antes de que tomaran el avión que los traería a Nueva York, uno para el que ya tenían los boletos comprados.

—Lo siento mucho —les dije por quinta vez, con los ojos empañados y una presión en el corazón—. Pero es que el trabajo me tenía tan colapsada que en un impulso lancé el teléfono por la ventana y decidí tomarme un tiempo para mí, lejos de todo. Fue egoísta de mi parte, lo sé.

—Que pienses en ti no es egoísta, angelito —repuso mi padre—. Pero no te olvides que del otro lado del océano quedan personas que nos preocupamos por ti.

Seducir a la Mafia  [Pasiones Peligrosas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora