P R Ó L O G O

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Dos suaves golpes en la madera consiguieron salvarme de la bronca que estaba a punto de echarme papá.

Esa que siempre comenzaba con un «Ya tienes dieciocho jodidos años, Angelo, madura de una maldita vez. Pronto tendrás que ocupar mi lugar, liderar los negocios familiares, convertirte en el Boss de la mafia..., enorgullecerme», y el resto terminaba sonando en mi mente como un simple: «Bla, bla, bla...».

Joder.

Escuchar al Capo di tutti capi justo cuando cargaba una resaca de los mil demonios, era una puta tortura. Sin embargo, no me veía capaz de interrumpirle; mucho menos de menospreciar alguna de sus palabras.

Primero, por amor a mis pelotas. Y segundo, por respeto a su persona.

Porque si había algo que yo sentía por ese hombre que tenía una obsesión mal sana por el tabaco, era precisamente eso: respeto. Y una admiración incalculable también.

Sin embargo, aquel sábado por la mañana, agradecí enormemente la interrupción.

Papá me apuntó con el mismo dedo con el que estaba sosteniendo su puro, dándome una mirada de advertencia antes de pronunciar:

—Esta conversación no ha terminado. —Luego miró en dirección a la puerta de su despacho y agregó un—: Adelante.

Boss —saludó Matt con una reverencia de cabeza al entrar.

Cerró la puerta y caminó hacia el escritorio de papá, dedicándome una media sonrisa burlona al pasar por mi lado.

«Hijo de puta»

Estaba claro que la noche anterior a mí me había dejado echo mierda y a él tan fresco como una jodida lechuga.

—¿Qué quieres, Matteo?

—He venido a informarle que la mercancía llegó tal cual como estaba previsto. Acabo de entregarla en Insomnio. —Colocó frente a Giovanni una especie de álbum que él enseguida se puso a revisar.

Agradecí en ese momento que la oficina de mi padre fuera tan oscura como una cueva, porque eso me permitió recostarme sobre el respaldo y cerrar los ojos. La cabeza se me iba a reventar.

—Excelente. El senador va darse un buen festín esta noche —escuché decir a papá—. Están mejor de lo que esperaba.

—Y eso que no las ha visto en persona, boss —le devolvió Mat con voz de depredador.

Pude imaginarme la sonrisa perversa que se le había formado en los labios, y no necesité más de un segundo para anticipar lo que le soltaría papá:

—Tampoco es que me interese mucho hacerlo, Matteo. Yo no me relaciono con putas. A estas alturas ya deberías tenerlo claro.

—Por supuesto, señor. Perdóneme.

—¿Algo más que quieras decirme? Te noto inquieto. —Y a las palabras de papá les siguió un silencio que por experiencia sabía que no le gustaba para nada. Si Giovanni Lombardi hacía una pregunta se le respondía al instante—. Se me está agotando la paciencia, muchacho.

Abrí los ojos en el momento justo para ver como el rubio se estremecía, y es que, por muy sobrino y underboss que este fuera, seguía falto de experiencia... y de cojones para ese entonces.

De todas formas, no lo podría haber culpado, todo el que respiraba cerca de papá temía salir salpicado por su furia.

—Lo siento, boss. Pero es que mientras cruzaba el puente de Brooklyn recibí una llamada de Antonella que me dejó pensativo.

Seducir a la Mafia  [Pasiones Peligrosas #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora