25. Ese Amor Desmedido

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La sorpresa la llenó por completo, el rostro de Jarvis era como el de siempre, pero tenía la impresión de que se veía más magnífico, simplemente algo hecho... pues sí, por el mismo Dios, y que puso mucho detalle en él, para que luciera con tanta perfección y porte como en ese momento.

El chico dejó de estar en el techo, para posarse de forma elegante sobre el suelo, de su cinturón, sacó una espada bastante grande ¿cómo había tenido eso guardado en sus pantalones y no lo había notado?

—Bien, ya que me hiciste caso ¿podrías asegurarte que no hay nada afuera aparte de él? Sin, abrir la ventana –le repitió.

La joven asintió, se giró y acercó su rostro tanto como pudo al cristal, para poder ver un poco más, para la fortuna de los dos, solo era ese intruso, una vez que regresó su vista, lo vio blandir la espada sin mucha fuerza, pero aquella criatura cayó muerta sobre el piso de la habitación.

—Creí que estábamos en problemas –musitó Lily.

—No me gusta mucho alardear –sonrió restándole importancia, envainando la espada sin darle más explicación.

—Yo... ¿cómo es que?

—Es un placer conocerte al fin, Lily Luna –sonrió encantado –bueno, al menos en mi ser verdadero.

—Estuviste haciéndote pasar por humano ¿con qué finalidad? –Frunció el cejo, enfadada.

—Es algo que a veces nos gusta hacer, no podemos involucrarnos, pero eso no quita el hecho de que no paseemos entre ustedes.

—Jarvis...

—No, es mejor que te lleve con él, o se enfadará conmigo.

El hecho de que dijera aquello, le hizo pensar que era un lacayo más, bueno, Audrey McLaggen también tenía que darle explicaciones a Scorpius, y si Jarvis había dicho que se enfadaría con él si no la llevaba de inmediato, quería decir que era un ángel bastante abajo en la jerarquía.

La sujetó en brazos, y no fue hasta ese momento que notó lo adolorida que estaba por los golpes que aquella cosa le había dado, un instante estaba en su habitación, y al siguiente una ventisca sacudía sus cabellos, se asomó, pudo ver la ciudad a sus pies, pero solo fue un breve instante en el tiempo, porque en menos de un parpadear, Jarvis había descendido en el balcón del apartamento de Scorpius.

—Tenía una llave –le murmuró ella.

—Lo sé, pero no puedo usar ese transporte, y por mucho que la distancia sea un paso, él no me lo perdonaría si te dejaba atravesarlo sola.

Jarvis entró con ella en brazos, Scorpius estaba de pie, dándoles la espalda, hablando con un hombre que ella no reconoció, por la postura de sus hombros, estaba enfadado y muy tenso, en cualquier momento, intentaría arrancarle la cabeza a ese sujeto.

—No tengo tiempo para ti –musitó enfadado, sin observarlos.

—Creo que me retiro –hizo una reverencia el hombre y salió apresurado.

Scorpius se dignó a girarse hasta ellos, tensó la quijada, pero no dijo nada, simplemente observó a Jarvis sostenerla en brazos, sin intención de soltarla.

—Te veo muy cómodo –bramó.

—La estoy sanando, supongo que lo ibas a pedir, así que te ahorre tener que bajar el orgullo tan grande que tienes –sonrió divertido.

—Bien ¿vas a decirme porqué está en tus brazos y golpeada?

—Bueno, te tengo una buena noticia, maté a esa cosa –sonrió divertido –y bueno, la golpeó antes de que lo hiciera.

Kredator || ScorilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora