29. La Creación de un Kredator.

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La joven mujer soltó el aire que había estado conteniendo desde que ese hombre asqueroso se había atrevido a tocarla, se refugió en los brazos de su esposo, el único lugar en el que quería estar para siempre, él la abrazó fuertemente contra él, asegurándole que no permitiría que nada malo le pasara.

—Tranquila –acarició su cabello rubio –no tienes nada de qué preocuparte, si es necesario, viajaremos hasta el sur.

—No eres de los hombres que salen corriendo –comentó ella.

—Tampoco es que sea un hombre estúpido –sonrió alejándola un poco para observarla –ese hombre tiene algo extraño, no me da buena fe, así que si es necesario correr para mantenerte a salvo, no dudes que lo haré, sin importar cuán cobarde eso me haga ver, eres lo único que amo más que mi vida, primero muerto, que sin ti ¿comprendes?

La joven le sonrió feliz y se acercó a él de nuevo, abrazándolo completamente alegre de tener a ese hombre junto a ella, que de todos los hombres en el mundo, fuese él quien estuviera designado por los dioses para ser su compañero.

—Es mejor que volvamos a casa, se está ocultando el sol, y ya sabes de los peligros que vienen con la noche –habló él.

—No perdamos tiempo –asintió con una brillante sonrisa.

La joven pareja caminó hasta el carruaje seguido de sus sirvientes, sin percatarse de nada que no fuese ellos mismos, estaban tan enamorados, después de todo, habían sido creados para estar el uno con el otro.

Llegaron pronto a su hogar, donde fueron recibidos por otra docena de sirvientes, la joven mujer rubia le sonrió amable a cada uno de ellos, aunque dos de ellos interceptaron a su marido y lo llevaron de nuevo a atender cosas de trabajo.

—Mi señora Shoshanná –habló una de las criadas –nos enteramos de lo que pasó con ese hombre, el señor salió tan enfadado a buscarla, que pensamos que pasaría alguna tragedia.

—Tranquila, todo está bien, él es incapaz de tocarme de esa manera, no hay nada de qué preocuparse.

—Lo sabemos, mi señora, pero no temíamos que el señor hiciera algo más con ese hombre desconocido que la estaba molestando.

—Tendrá un temperamento temerario y su orgullo muchas veces le nubla la vista, pero es incapaz de hacer algo que pueda mortificarme, él sabe que no podría estar sin él, así que se controla bastante.

—Ah, todas soñamos con un hombre como él, mi señora –admitió en un tono soñador una de las criadas más jóvenes –es tan apuesto, y siempre hace todo porque usted esté bien, para nadie es un secreto que las demás mujeres están esperando un momento de debilidad de él para atraparlo en sus enaguas –observó a la rubia.

—Deja esos comentarios ponzoñosos –la golpeó la otra criada –el señor es incapaz de engañarla, la ama con todo su ser.

—Es bueno que compartas tus creencias –informó Shoshanná –los dioses saben que confío en él con todo mi ser, él no haría nada para lastimarme.

— ¿Tan segura está de ello, mi señora Shoshanná? –Cuestionó la joven, con una sonrisa pequeña.

—Con los ojos cerrados le confiaría mi vida –admitió.

—Bueno, porque no olvide que los padres del señor, nunca han estado de acuerdo con su unión, y no dudo que hagan todo lo posible por quitarle su libertad.

Shoshanná observó a la joven, que siguió su camino a la cocina, mientras sus pensamientos comenzaban a consumirla, era cierto lo que ella había dicho, no hacía mucho tiempo atrás, ella había sido una bailarina callejera, lo había conocido mientras bailaba frente a la fuente del centro de la ciudad, y solo le había tomado un instante, para caer profundamente enamorada de él, era como si durante toda su vida, hubiese recorrido todas esas tierras, solo para conocerlo, había algo en él, que hacía que su interior se calmara, que todo el miedo y la desesperanza se perdiera, y al mismo tiempo, era como si un fuego puro lanzado por los dioses, la consumiera por completo.

Kredator || ScorilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora