26. A Simple Vista.

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El bello rostro de Lily hizo una mueca encantadora, Scorpius se inclinó un poco hasta ella, y la acarició, se veía hermosa, como siempre, deseaba poder saber lo que estaba soñando, pero era algo imposible, los labios de la joven se separaron un poco, un suave gemido se escapó de su boca, y susurró un claro "Scorpius", aquello sin duda le agradaba, le hacía sentirse complacido y orgulloso de que no le mintiera al decirle que lo amaba; pero también lo preocupaba de muchas formas.

Ahora que Michael se había deshecho de unas de esas creaciones infernales, no le quedaba más que volver al trabajo, ocuparse en las ordenes que tenía, pero aquello tampoco lo agradaba, dejar a Lily desprotegida y a merced de Edward Lupin era algo que no deseaba, para su desgracia, había aprendido a la mala, que las cosas que él quería, no podían ser y menos cuando se trataba de la chica recostada frente a él, que solo hacía lo que su regalada gana le diera, bueno, al final de cuentas, el libre albedrío que poseía le daba esa libertad y sobre todo el derecho.

El agradable calor de Lily pasó a él de inmediato una vez que ésta se acomodó tan cerca como la física lo permitía, ocultando su rostro en su pecho.

Si él no fuese un kredator, ella sería capaz de escuchar su corazón latir, si no fuese un demonio, tendría un alma capaz de permitirle saber cuánto deseaba poder estar con ella, como aquél órgano que para los humanos era algo tan sin importancia que la única función real era bombear sangre y oxígeno, estaban demasiado equivocados, sí, sin duda ese era una función, también era, gracias a sus aceleradas pulsaciones, capaz de demostrarle a alguien, todo lo que despertaba en su ser, en su alma, los sentimientos manifestados de una forma bastante extraña y complicada.

Desgraciadamente, él carecía de uno, y jamás, jamás en su existencia lograría tener uno, los demonios no podían tener dicho obsequio divino, los humanos caídos como castigo divino, por haber demostrado que aun teniéndolo, no eran dignos, los creados, bueno, no eran algo creado por la divinidad, así que no eran creados lo suficientemente resistentes como para soportar lo que ello conlleva, un alma.

Hacía muchos siglos que había desistido en tener una, las pocas vidas, y los efímeros momentos en que podía tener a Lily, le bastaban, como aquel instante, en que ella estaba contra su cuerpo, durmiendo tranquilamente, susurrando su nombre, como en los viejos tiempos, era el obsequio más hermoso que un kredator pudiese tener, y el castigo más agonizante que alguien pudiese tener.

Si al menos él pudiese sentir algo, no era como aquellas almas caídas que eran únicamente capaces de sentir el lamento eterno, siendo torturadas hasta el fin de los tiempos, todo lo que él podía hacer, era imaginar aquellas emociones, el amor que tenía por el alma que ahora llevaba el nombre de Lily, era producto de recuerdos vividos y el uso de una gran imaginación, él se había convencido a sí mismo, siglos atrás, que la amaba, amar a ese ser, era una decisión que tomó, no un sentimiento real y existente, de igual forma el dolor por no tenerla, como el arrepentimiento por haberla matado.

Los suyos lo despreciaban en secreto por esas decisiones, era ante sus ojos, un kredator desesperado por ser humano, incluso el hecho de poseer a los herederos Malfoy, envejecer como su vasija lo hacía y después hacer lo mismo, solo por la simple obsesión que tenía con aquella alma humana, que en ese momento, se aferraba a aquel cuerpo humano, poseído por un demonio.

Intentó alejarse, pero la chica se abrazó un poco más a su cuerpo, negándose a dejarlo ir, así que sin más, decidió aprovechar aquel momento, después de todo ¿Cuánto duraría? Ni siquiera él lo sabía, tenía que hablar con Michael, y preguntar ¿Qué era aquello y porque se estaba permitiendo? Una cosa era el libre albedrío de Lily, y otra las reglas establecidas.

El rostro de la chica era tan hermoso, que ni siquiera se dio cuenta cuanto tiempo se quedó observándola dormir, el despertador sonó, incluso unos cuantos rayos de sol se colaban entre las cortinas cerradas, la chica se movió por fin, alejándose de él, para poder apagar aquel sonido escandaloso.

Kredator || ScorilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora