08. Sensaciones.

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La puerta se abrió suavemente, la mirada gris de Scorpius se posó en el hombre que recién ingresó, puso mala cara, nunca le había agradado, siempre tenía esa expresión de superioridad, a pesar de ser un simple y común humano, se sentó en la silla que indicaba que estaba a la cabeza de aquella reunión.

—Vaya, me alegra que pudieses unirte a nosotros esta vez, Malfoy –sonrió divertido –tu sector me ha estado dando problemas ¿algo que tengas que decir?

—Yo doy órdenes, me limito a eso –respondió como si nada.

—Bueno, si das órdenes, y tus subordinados no te hacen caso ¿qué propones que hagamos? –cuestionó en un tono inocente, que no tenía nada de aquella emoción, estaba disfrutando de aquello.

—Te recuerdo, que si el tratado ha funcionado todos estos años...

—No es precisamente por ti, quizás no seas nuevo en esta organización, pero no eres el eje central, y lo sabes.

—Dejémonos de esto, y mejor dinos, Zabini ¿para qué es la junta?

Tanto Scorpius como Blaise Zabini se giraron al chico sentado al otro lado de la larga mesa, no se habían dado cuenta de su presencia, a pesar de que tenía una postura de que había estado ahí todo el tiempo.

—Te has unido –comentó Zabini en un tono más suave.

El rubio supuso, que de no haber estado presente, se habría inclinado, hincado y besado la mano y el pie del castaño, que no prestó mucha importancia a nada a su alrededor.

—Como ya lo dije, hemos estado teniendo problemas en unas cuantas zonas de recolección, la principal, en Londres, la de Malfoy.

—Scorpius –pidió el castaño, jugando con una pequeña daga.

—La torre ha estado en regla, sabes tan bien como yo, que no podemos consumir a quien no está señalado.

—Hemos estado viviendo en las sombras por siglos –comentó tranquilo –nosotros no intervenimos, hemos decidido permanecer al margen, como se nos fue indicado, esta sociedad ha mantenido al infierno y a la tierra en un acuerdo equilibrado, nosotros respetamos el libre albedrío de ustedes, humanos –observó a Zabini –y el caos que ustedes brindan –observó a Scorpius –pero ninguno de los dos puede traspasar los acuerdos, o nos veremos involucrados.

—Estuve ahí cuando se hicieron los acuerdos, Miguel, no tienes que recordarme lo que establecen las clausulas.

—Contrario a lo que Zabini recuerda, de sus clases en el vaticano, has estado involucrado en esto desde mucho antes de que se formaran –se puso de pie –pero sino pones un control, tu jefe y yo, tendremos que vernos, y no creo, que después de todo este tiempo, desee pisar la tierra de nuevo.

—Revisaré mi sector –aceptó –y yo mismo regresaré a casa a quienes no cumplan el acuerdo, descuida, Miguel.

—Usa mi otro nombre –corrigió –en el mundo terrenal, respondo a otro nombre, recuérdalo.

—De acuerdo –se burló, pero se limitó a negar divertido.

—Sin embargo, con el derecho que su tratado nos ha dado, tendrás a alguien, supervisando tus pasos, y ten cuidado, por mucho que su cara diga que es un ángel, es feroz, y no se detendrá y matará a aquel que esté fuera de los límites.

—Mientras supervise y no estorbe, me parece bien –aceptó –puede intervenir si ve que algo no va bien, pero no entrometerse.

—Bien –se puso de pie y les dio la espalda –ya debe estar en la Torre, y –le dedicó una mirada sin emoción alguna –dime ¿no encontraste algo más blasfemo que La torre de Marfil?

Kredator || ScorilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora