04. Compasivo.

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La música resonaba demasiado fuerte, era eso o realmente estaba de muy mal humor, como para no poder evitar bloquear su mente y prestar demasiada atención a su contexto, observó a su alrededor, tratando de concentrarse, podía sentir la mirada en él, desde hacía tres días, su desempeño había flaqueado un poco, pero ¿cómo no iba a hacerlo? Si la única persona por la que estaba ahí, le había dicho que dejara de buscarla.

La sonrisa de la gente a su alrededor le indicó que todo estaba listo, la gente normal no lo vería, los pequeños destellos cayendo desde el techo del lugar, como pequeñas lucecitas o brillos, se fundían en la piel o la ropa de la mayoría de las personas, sin embargo, se quedaban sobre otros.

Se detuvo frente a una chica de piel oscura, tenía la vaga sensación de que la conocía de algún lado, era bueno con los rostros y los nombres, pero que aquella diminuta pelirroja saliera huyendo de él aquel día en el subterráneo, le hacía dudar de toda su existencia, desde el principio de los tiempos, hasta ese preciso momento.

—Hola –saludó con una sonrisa educada.

—Ho-Hola –comentó elevando la voz, para que pudiera escucharla, o eso pensaba ella, que necesitaba elevar su tono.

—Dime ¿te gustaría salir de aquí un rato?

La mujer sonrió, no estaba nerviosa, sabía muy bien que su físico era bastante favorable, además ¿qué podía decir? Era simplemente encantador, ninguno se le había resistido hasta ese momento; al menos en el trabajo, podía seguir diciendo eso.

—Desde luego –aceptó fascinada.

—Sígueme –susurró en su oído.

Observó a su alrededor, Sebastian estaba escoltando a un chico, y a su lado, una rubia de brillantes ojos azules y curvilínea figura, era escoltada por una chica y un chico, al mismo tiempo, le guiñó un ojo a Scorpius y le sonrió, para desaparecer de su vista cuando él llevó a su acompañante a uno de los cuartos oscuros.

—Estamos solos –comentó la mujer, bajando el cierre de su blusa.

—Lo estamos –admitió él, con un tono meloso, que derretía a la mayoría de las personas.

Se giró hasta ella, la sujetó del cuello, acercándose su rostro tanto que sus labios se rozaron, ambos sonrieron, ella encantada, él divertido porque su trabajo le gustaba.

—M—

La voz del profesor se detuvo a mitad de la frase, logrando que la mirada de sus alumnos se apartara de sus apuntes, los ojos olivo de Lily se posaron en el hombre que entró, tenía cara de pocos amigos, el sombrero sujeto con ambas manos descansó en la mano derecha, antes de avanzar hasta el escritorio y dejarlo ahí.

—Lo más seguro es que se pregunten la razón por la cual la policía está aquí –murmuró el hombre.

Los alumnos intercambiaron miradas, pero ni un solo murmullo se escuchó, así que el hombre castaño les dedicó una mirada, entrecerrando los ojos, al parecer de Lily, no confiaba en nadie.

—Alguno de ustedes podría decirme ¿cuándo fue la última vez que vieron a esta chica?

La imagen que mostró, era del tamaño de una hoja tamaño carta, el rostro de Billy apareció frente a los ojos de Lily, un enorme escalofrío recorrió todo su cuerpo.

Esta vez, los murmullos fue todo lo que inundó su cerebro, mezclándose con la imagen de su mejor amiga.

—Sus padres la reportaron como desaparecida hace seis días.

Seis días.

Los mismos en que la había visto por última vez a fuera de la universidad, cuando decidió ir a casa y no quedarse en la biblioteca, cuando se encontró con el acosador rubio.

Kredator || ScorilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora