13. No. Me llamo Changbin

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Changbin

Las puertas metálicas del ascensor se abren y entramos, sitúo mi pulgar en el lector de huellas y las puertas se cierran para ir directos al apartamento que tengo encima del club.

—No te haces una idea de lo cabreado que estoy ahora mismo —siseo sin poder contenerme ni un minuto más—, te di unas ordenes claras, y desobedeciste.

—Sí, en mi defensa diré que fue todo para ayudar a Sung, una persona como él merece ser feliz cada día de su vida. —Baja la cabeza—. Siento no haber hallado otro camino ante mí, aunque no siento lo que he hecho.

El ascensor llega a su destino, abre sus puertas y tiro de él para sacarlo. No puedo dejar de pensar en cómo se ha puesto en peligro para intentar ayudar a Sung, en cómo ha mantenido la calma delante de uno de los cabrones psicópatas más jodidos que conozco y en cómo casi lo pierdo cuando un puto policía casi le pega un tiro mientras yo solo miraba por una cámara a kilómetros de allí. Necesito que entienda que no puede hacer eso. Lo tomo del culo, lo levanto y lo clavo contra la pared, por la forma en que me mira sé que puede notar mi erección.

—No vuelvas a preocuparme de esa manera —gruño antes de lanzarme contra su boca.

Devoro su boca y él no tarda en abrir sus labios para dar paso a mi lengua. Noto sus uñas clavarse en mi espalda y me empujo más contra él, me excita de una manera que no sabía que podía. Nos separo de la pared y lo llevo hasta el sofá, no creo que llegáramos a la cama, no con las ganas que tengo de hundirme dentro de él.

Lo dejo, a la vez que me posiciono sobre él sin dejar que mi peso lo aplaste. Separo mi boca y recorro su cuello con mi lengua, ¡joder!, qué ganas tenía de hacer esto. Él se arquea y me lo tomo como una invitación para quitarle la ropa y siga deslizando mi lengua por su pecho. Busco los botones, pero cuando lo intento me desesperó, vuelvo a besar su boca mientras lo sigo intentando y noto como él sonríe ante el momento de dificultad que tengo. No me lo pienso, tomo ambos lados de su camisa y lo rasgo, lo ayudo a quitárselo y él muerde mi labio, juro que me vuelve loco solo con eso. No puedo dejar de pasar mis manos por su cuerpo hasta que llego al sus pantalones y los desabrocho por delante y se lo quito, me separo un poco y lo miro. Así, expuesto ante mí, es un jodido dios. Paso mi lengua por mi labio mientras él me mira, con sigilo llega hasta mi pantalón, me agarra la entrepierna y me hace gemir. Bajo mi boca a su pezón derecho a la vez que pellizco el izquierdo, él se arquea contra mi boca y eso provoca que quiera más, le muerdo ligeramente y lo chupo, lo oigo jadear y me pongo más duro. Él consigue meter su mano dentro de mis pantalones y de mi ropa interior, cuando siento su mano rodear mi pene tengo que parar para respirar profundamente antes de correrme como un puto adolescente solo del contacto. Salgo de mis pantalones y asalto su boca de nuevo, juro que si no estoy dentro de él en el próximo minuto voy a explotar.

—¿Tienes preservativos? —Muerdo su labio y pellizco su pezón.

—No, pero estoy limpio. —Bajo mi mano hasta su boxer y la meto debajo.

Le acarició su miembro ya erecto y guío mi mano hacia su entrada froto lentamente un par de veces antes de introducirlo dentro de él. En respuesta, da un gemido que pagaría por oír cada noche de mi vida.

—Ahora mismo necesito que me folles duro —jadea, yo gruño—, pero no va a pasar si no hay un preservativo de por medio.

Lamo su cuello, se ha convertido en mi sabor favorito, y meto un segundo dedo a lo que él responde arqueándose y abriendo más las piernas para darme acceso.

—No vas a convencerme —susurra con los ojos cerrados de placer.

—¿Seguro? Porque si se siente así con mis dedos, imagínate con mi polla.

BASTARDO || ChanglixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora