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Pov narrador // Maratón 1/3

El corazón de MinHo se detuvo unos segundos. Félix dijo que no se iría. La felicidad que tenía era inimaginable, al fin ese espacio vacío que le había provocado la pelea con su pequeño Lee estaba llenándose.

— ¿Puedo ver tu muñeca, Lixie? — preguntó acercando su mano al menor, el cual dejó la compotera casi vacía sobre sus piernas y dejó que el pelinegro observase las pequeñas marcas.

Los ojos de MinHo estaban clavados en esos dibujitos violetas que él mismo había causado. Su cara eataba completamente seria, y sus labios se habían abultado en un pequeño puchero.

— MinHo, no llores. — Félix colocó su manito libre sobre la mejilla del contrario, secando la pequeña lágrima que se había caído sin permiso. — No llores por favor, porque voy a terminar llorando yo también y entonces no voy a servir de nada.

— Lixie, perdón. De verdad, perdón, perdón, perdón. No sé que pasaba por mi cabeza en ese momento.

Los labios de Félix temblaban mientras miraba entristecidamente al mayor, que lloraba aún más cada vez que el rubio le hacía un pequeño mimo en la mejilla.

Le dolía tanto ver esos hematomas ahí. Le dolía pensar en lo que había dicho, en las lágrimas que había causado, en como lo llamaba através de la puerta. Le dolía pensar en el ruidito que hicieron sus pies al pasar por el piso de madera a las cuatro de la madrugada en busca del remedio.

Porque él tenía que ir a buscarlas; él tenía que cuidar del pequeño Félix, no al revés. Tenía que prepararle una sopa de verdura muy calentita y abrazarlo mientras la tomaba, haciendo suaves masajes en su pancita para aliviar el dolor.

— No llores más, MinHo hyung.

El nombrado levantó la vista, encontrándose con un Félix que hacía todo lo posible para no romperse ahí mismo. Sus ojos estaban vidriosos y mordía sus finos labios.

— Lixie, perdón.

— N-no llores más, por favor.

— Lix, de verdad. Perdón por haberte hecho llorae, por haberte gritado, por no haberte abierto la puerta, por haberte tomado de la muñeca muy fuerte, por no haberte cuidado cuando enfermaste. Perdón por ser un mal novio.

Los ojos brillosos del pecoso se abrieron sorpresivamente. Una sonrisa torcida se formó en la cara del pelinegro, quien recibió un pequeño golpe en el hombro.

— ¡Hey! ¿Por qué me pegas?

— Nunca nos hicimos novios, MinHo hyung.

— Yo siempre te consideré mi novio. Desde el primer día que te vi establecí que iba a acercarme más a ti, a conocerte y a cuidarte. Iba a ser quien hiciese más feliz a Lee Félix. Mi bebé.

Tal vez, Félix ya había decidido perdonarlo.

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