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Soy Cintia James y esta es mi humilde historia. O no tan humilde, ustedes sabrán.

Cada mañana era igual, la misma rutina de mierda y yo sigo aquí con la esperanza que aparezca mi príncipe azul y me salve de mi maldita tragedia.

Me levanto temprano y me arreglo un poco. Atiendo a mi madre, que está enferma en cama, le doy sus medicamentos y me despido de ella con un beso en la frente.

Bajo por las escaleras a escondidas, cada vez se me hace más difícil escapar del casero, resulta que le debo meses de alquiler y amenaza con botarme a la calle a mi madre y a mí. Yo no tengo a nadie más para pedir ayuda.

No tengo un centavo y no encuentro trabajo, mi vida es una mierda. Lo recuerdo por si no lo han notado ya.

Luego de terminar mis estudios cometí el error que cometen todas: me enamoré, me prometió amor, lujos, dinero, joyas una vida de reina y luego.

Confiada abandoné mi carrera de modelo, luego mi padre murió, y el maldito hombre que me prometió tantas cosas, me abandonó por una actriz, mi castillo se destruyó y yo me quedé sin nada.

Y aquí estoy en las malditas calles de Londres, con un currículum que no ayuda mucho buscando un mísero empleo. Para sostener lo que llamo hogar.

Luego de pasar horas y horas probando suerte en entrevistas de trabajo, nadie me contrataba, el día entero escuchando:

—Lo siento no tienes experiencia.

—Cualquier cosa te llamamos.

—No das el perfil.

Para nada era buena en esta sociedad. Solo tenía un cuerpo y una cara creada por los mismísimos dioses y sí... en realidad daba el perfil perfecto para bailar en un club nocturno o ser la dama de compañía de cualquier egocéntrico millonario, pero no, me rehúso, mi madre inculcó en mis valores intachables.

Debo conseguir un trabajo, honrado. Eso merezco. 

Mi teléfono suena y doy un respingo para dejar de quejarme.

—¿Señorita James?— era la voz ronca de un hombre.

—Sí, dígame —por un momento me entusiasmé, pensaba que había conseguido una oferta de trabajo.

—Le llamamos de urgencia, lamento decirle que su madre se puso muy mal...

Me costaba respirar. Mi corazón comenzó a latir con rapidez.

—¿Cómo está ella? —me puse muy nerviosa, casi no podía ni hablar—. Dígame qué está bien, por favor.

Las palabras se atascaban en mi garganta.

—Señorita está estable, le aconsejo que venga lo antes posible.

—Claro —asentí—. Enseguida estoy ahí.

Luego que me dio la dirección del hospital, agarré un taxi, gastando el último centavo que me quedaba. 

Me adentré en el enorme e impoluto hospital, hasta llegar a recepción.

—Hola, me puede informar por la paciente Isabela James— le pedí, inquieta.

—Espere unos segundo —se puso a teclear en la computadora y luego me habló—. La paciente James llegó en muy mal estado, al no tener recurso no pudimos trasladarla, pero le avisamos a su médico de cabecera y están aquí en la sala oeste del hospital. 

—Muchas gracias —le regalé una media sonrisa y me marché, casi que corriendo.

Toqué dos veces la puerta antes de entrar— Adelante —esa voz la conocía Paul Fox viejo amigo de mi padre, luego que descubrieron la enfermedad de mi madre se ha portado muy bien con nosotros. En realidad reconozco que lo único que quiere es meterse bajo mi falda.

Amor Por Contrato✓ [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora