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Cintia Cross.

Después que Alexander saliera, no podía quedarme dormida, me sentía sola, vacía en un lugar desconocido. Tampoco quería pasar la noche con él, pero su deber era estar conmigo. Estaba intranquila. 

«Quién entiende: quiero, pero no quiero»

Agarré el teléfono y comencé a revisar todas las noticias, no me fío ni un pelo de mi maridito. Tampoco me importa que esté con otra, pero el cartel de cornuda no lo voy a llevar. Sería fatal que saliera en las noticias cuando su matrimonio fue reciente.

Y ahí estaba frente a mis ojos, no tuve que ni buscar demasiado.

Alexander Cross fue visto junto a Maximiliano en una de nuestras famosas discotecas. ¿Será que el joven millonario vuelve a las andanzas?

¿Dónde estará Cintia?, ¿Acaso está relación ya terminó?

Se puede tratar de una infidelidad, nadie lo sabe, testigos aseguran que Cross se encuentra en la zona VIP, pero de Cintia no hay ni rastro. Nadie la ha visto.

—Alexander Cross juro que me las pagas — grité sola en la oscura habitación. Molesta. La sangre me empezaba a arder.

Cada titular estaba acompañada por fotos de mala caridad, pero a la legua se notaba que se trataba de Alexander.

Me levanté arrojando la bata de encaje al suelo, caminé hasta el armario y me coloqué el primer vestido que encontré junto a unos zapatos de tacón. No tenía tiempo para estar arreglándome.

Recorrí los pasillos hasta dar con la habitación de Alejandra. Toqué dos veces la puerta y está me respondió.

Por suerte Alejandra estaba despierta a las tres de la mañana.

— ¿Qué haces aquí Cintia —me miró con cara de asombro— y mi hermano?

— Ale, tu hermano y yo…

No estamos realmente casados, todo esto es una falsa, me hacía mucha falta el dinero y por eso cometí semejante locura.

— ¿Qué pasa? —volvió a preguntar ante mi silencio. 

— Tuvimos una pequeña pelea —suspiré—, boberías nuestras, pero resulta que se fue a una discoteca con Max y ya la prensa comenzó hablar. No quiero que las redes echen a perder todo lo que hemos construido.

— Mi hermano es un imbécil.

— Concuerdo rotundamente contigo.

— Maximiliano tampoco se queda detrás. Otro imbécil, incluso más que mi hermano.

— ¿Sabes cuál es la discoteca a la que suelen ir? —pregunté—, necesito la dirección.

— Voy contigo —se levantó muy dispuesta.

— No hace falta —le sonreí un poco apenada por la hora y por la situación.

— Venga Cintia después de todo somos cuñadas, debemos salir juntas más a menudo.

— ¿Estás segura de que quieres ir? —insistí—, yo puedo ir sola.

— Antes solía salir todos los días con ellos… —habló en tono melancólico cosa que me sorprendió. Ale siempre estaba muy contenta.

— ¿Ya no? —fruncí el ceño.

— Conoces a mi hermano mejor que nadie —comentó mientras se comenzaba a vestir— salíamos siempre los tres, luego de unos tragos se iba con la primera mujer que pasaba, yo me compliqué un poco con … —se quedó callada por un momento—. Simplemente dejé de ir. Salir con ellos se volvió en mi peor error.

— Está bien —asentí—. Vamos. 

Agarramos un taxi, después que Alejandra le dio la dirección al chofer fuimos todo el camino en silencio.

¿En qué momento se me ocurrió casarme con semejante mujeriego?

Ya era muy tarde para estar arrepentida, lo único que me queda ahora es buscar un empleo, pagarle su préstamo y cuando Cross tenga su empresa nos divorciamos. Si todo fuera tan fácil así como decirlo. No creo aguantar todo un año de esta forma.

— Cintia —me llamó Ale con su voz tan tierna —. Es aquí.—señaló por la ventanilla. No era más que el mismísimo Club Rojo, otra vez este maldito lugar. Hasta en mis pesadillas me salía este sitio.

Bajé del auto, luego de pagar por los servicios. Cuando el de seguridad reconoció a Alejandra nos llevó directo a Alexander sin decir ni una sola palabra. Al parecer la familia Cross tiene privilegios aquí, o en todos lados.

Max y Cross estaban sentados en dos enormes sofás, por supuesto las chicas con poca ropa no podían faltar, al instante que Max cruzó la vista conmigo le gesticulé que no dijera nada. Con mirada amenazante.

Caminé hasta ellos y me incliné sobre Alexander para susurrar en su oído —. Yo siendo tú, mejor le digo a esa zorra que se levante y se vaya —me refería a una rubia oxigenada que estaba sobre su regazo —, esposo mío — recorrí lentamente su cuello con mi lengua para luego morder el lóbulo de su oreja.

Sentí como su cuerpo se tensó por mi roce, se puso de pie torpemente y alejo a la rubia que se fue reclamando por lo bajo.

— ¿Qué carajos haces aquí Cintia? —iba a seguir protestando, pero vio a su hermana— ¿Alejandra, todo bien? ¿Pasó algo?

— Hermano mira que eres imbécil —se sentó cruzando las piernas en uno de los sofás—, discutir con Cintia por una bobería y terminar en este bar con… Maximiliano —terminó de decir sin ánimos— Pensé que eras más inteligente.

Alexander se quedó callado y se volvió a sentar, Alejandra pidió una bebida y yo hice lo mismo, busqué con la vista a Emma pero al parecer no trabajaba hoy. Por suerte.

No me pregunten en qué estoy pensando porque la verdad ni yo misma lo sé. Me senté sobre Cross apoyando amabas manos sobre su pecho. Su aroma era exquisito entre tanto humo.

—¿Qué haces, Cintia? —preguntó por lo bajo. Con su vista sobre el escote de mi blusa.

— Te recuerdo que soy tu esposa, puedo hacer esto y más, si me apetece —me recomodé sobre su regazo —, pero por ahora lo único que estoy haciendo es arreglar el desastre que has causado. —sellé nuestras bocas con un beso.

Y una mierda no estoy reflexionando absolutamente en nada. En estos momentos mis hormonas mandan.

Alexander me respondió el beso como era de esperarse deslizó ambas manos por toda mi espalda y agarró mi trasero apretándome contra él. Su lengua se abrió camino por mi boca y se lo permití. De hecho le estaba permitiendo que hiciera todo lo que le que quisiera. Mordió mi labio inferior y un gemido escapó de mi garganta.

Me separé un poco por falta de oxígeno, su aliento a menta y ron golpearon mi rostro, pero se me hacía agradable, sus labios hinchados por el momento, de seguro yo también estaba en las mismas condiciones, sus ojos brillaban de lujuria y deseo. Me mantuvo la mirada y un nudo se formó en mi garganta junto a un cosquilleo en mi interior. Este hombre me estaba consumiendo viva.

— Deberían irse a un hotel —chilló lo bastante alto, Alejandra como para ser escuchada. Llamando la atención de los dos.

— Es normal que estén así —explicó Max—, no pudieron tener la luna de miel que se merecían. Ahora andan salidos.

— Uno no va salido por ahí — reprochó Ale — por mucho que te guste una persona. — Había fastidio y hasta odio en su voz.

— Hey —les llamó Cross a ambos—, no discutan por favor. —No sabía que Alejandra se llevaba tan mal con Max.

— Pero…

— Alejandra por favor — sentenció, a lo que está asintió y Max se llevó un vaso de whisky a la boca encogiendo los hombros.

— Deberíamos irnos —sugerí.

— Mejor nos quedamos y disfrutamos de la buena música —apretó unos de mis muslos y me regaló una sonrisa de esas que te congelan el alma.

— Yo hago lo que tú quieras —me señaló Ale— después de todo vine contigo.

¿Mierda ahora yo qué digo?

Amor Por Contrato✓ [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora