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Alexander Cross.

Llegué a la mansión más tarde de lo que imaginaba. Ya todos estaban durmiendo, el silencio reinaba por los enormes pasillos. Todas las luces se encontraban apagadas.

Cansado del trabajo me comencé a quitar el traje y me quedé solamente con los pantalones. Caminé hasta la cocina en busca de algo de comida. Encendí las luces y me sobresalté.

—¡Joder, Alejandra! —mi hermana estaba sentada sobre la isla con un enorme pote de helado y los ojos hinchados—¿Estás bien? —agarré una cuchara y me senté junto a ella.

—No me robes mi helado —chilló—es mi saber favorito.

—Se llama compartir con tu hermano favorito.

—Eres el único que tengo. Gracias a Dios —puso los ojos en blancos y me saco la lengua. Lo solía hacer siempre cuando estaba más pequeña.

—¿Por qué estás deprimida? —le pasé las manos por los hombros y le robé otra cucharada de helado.

—¿Quién dice que estoy deprimida? —contraatacó.

—Estás sentada sola en la cocina, con las luces apagadas y con un enorme pote de helado de chocolate. Lo que te falta es la música romántica de la época de mamá y papá.

—Tenía hambre —juega con un mechón de su largo cabello teñido de azul. Miente.

— Eres pésima mintiendo —no pude evitar reírme—, cada vez que mientes juegas con tu cabello.

—Estoy un poco nerviosa —se llevó la cuchara a la boca—, mi año sabático termina. Ya cumplí mis diecinueve años y debo empezar a trabajar.

—Ale mírame —levanté su mentón—. Si no quieres empezar tu carrera de diseñadora en las empresas Cross, yo siempre te voy a apoyar. Tienes otras opciones.

— Claro que quiero solo qué...me va a costar bastante respirar su mismo aire.

—Escucha fui el primero en apoyarte cuando me enteré de lo sucedido. Al principio me dolió qué el engaño viniera de ustedes, pero como no llegó a mayores di el tema por terminado y en ese momento eras más pequeña —me puse de pie—. Mira en el fondo sabes que lo mejor para ti era alejarte de él, es como yo y eso nada ni nadie lo va a cambiar. Guardamos este secreto porque sería un disgusto si nuestros padres se enteraran y tiene que mantenerse así.

— Hermano yo lo estoy llevando bien —cerró los ojos—, a veces me duele verlo y que me trate con tanta indiferencia. Sé que no fui nada para él, pero tú más que nadie sabes cuánto me dolió. Él si lo es todo para mí.

—Yo entiendo que cuando eras una niña solo lo veías a él y terminó convirtiéndose en tu Crush, ¿se dice así no?

—¿Intentas animarme o que me suicide para que te quedes tú exclusivamente con la herencia de los Cross?

—Ale por favor escúchame —pedí—. Quizás tú nunca llegaste a quererlo de verdad y estabas confundida. Obsesionada con él.

—Cuando sientas un nudo en la garganta cada vez que Cintia te mire, o que te suden las manos cada vez que la veas —se calló por un segundo—, o cuando la sientas hablar te tiemble todo el cuerpo o cuando la veas alejarse sientas que tu alma se rompe poco a poco, pero nada más que escuchas de ella sonríes— se bajó de la isla y acomodó su bata—. Quizás ese día entiendas como se siente tu hermana pequeña.

En qué momento Alejandra pasó de ser mi princesa, que jugaba con muñecas y fantaseaba con su príncipe azul, a tener fundamento y pensar como una mujer.

—Buenas noches, hermano —me dio un beso en la mejilla y me dejó solo en la cocina— apagas las luces cuando termines.

—Que duermas bien Ale.

— Por cierto —se volteó antes de irse—. Cintia me comentó que te esperaría despierta. Aunque ya es muy tarde.

No pude evitar que una sonrisa se escapara de mi boca ante su nombre y un millón de pensamientos pasaron por mi cabeza. Saber que volveríamos a pasar otra noche juntos me pone a mil.

Entré en silencio en mi habitación y como me había informado Ale, ahí estaba Cintia con la mirada perdida en su teléfono.

—Buenas noches, vida mía —quería molestarla. Tenía esa necesidad de hacerla enojar.

—Buenas noches, Cross —respondió sin levantar la vista del teléfono.

—¿Con quién tanto te escribes que es mejor que tu hermoso marido?

—¿Nunca te han dicho lo creído que eres? —bramó sin dejar de mirarme.

—¿Con quién hablas Cintia? —insistí. Solo la idea que se estuviera escribiendo con Jonás me ponía enfermo.

— Ves a alguien por aquí —círculo la habitación con sus dedos—, no tengo que darte explicaciones.

—Deberías —me encogí de hombros y comencé a desabrochar mi pantalón.

—¿Qué haces? —gritó furiosa.

— Voy a darme una ducha —el pantalón cayó al suelo y quedé solamente en bóxer.

— Quítate la ropa en el baño, no aquí. No necesito verte tus partes.

—Niégame que te mueres por probarme. Soy una delicia.

—Cross por última vez tú y yo —se encogió de hombros— No va a ocurrir. Supéralo por una de cada diez mujeres te, rechace no va a pasar nada. No te vas a morir por no estar conmigo.

— Ese es lío Cintia que a mí nadie me rechaza y tú mi querida esposa no serás la primera.

—Alexander pierdes el tiempo conmigo —se levantó de la silla y comenzó a caminar hasta la cama.

—Escúchame bien Cintia —la tomé desprevenida y la sujeté contra mi pecho—. Yo intenté hacerlo por las buenas, pero no me dejas otra opción —susurré contra sus labios—. Tienes razón hay cientos de mujeres que se mueren por estar conmigo no tengo por qué estar atrás de ti.

Tragó en seco y abrió bien los ojos, pero no comentó ni una sola palabra.

Me pones de los nervios, Cintia.

—No quiere estar conmigo, me parece muy bien. Después no quiero que vengas suplicando que te folle sobre esta cama, sobre el escritorio, en la ducha, en la cocina, en el coche —le solté de mí agarré —. Cuando yo sea en lo único que piensas cada segundo será demasiado tarde porque yo no estaré interesado en ti.

—¿Sabes que es lo único que deseo de todo esto Cross?

— Ilumíname Cintia — abrí ambos brazos.

—Que pase el tiempo muy rápido para divorciaros.

—Por primera vez en la vida estamos de acuerdo en algo cariño—le regalé una sonrisa.

—Qué te jodan Alexander —bufó acostándose en la cama.

—Buenas noches a ti también hermosa.

Caminé en dirección al baño, abrí el grifo y dejé que el agua fría hiciera su trabajo.

Esta mujer me saca de quicio en menos de un segundo. Quizás debería hacerle caso a Max, lo mío con Cintia no llegará a ningún lugar. No tenemos futuro.

Salí del baño con una toalla alrededor de mi cintura. Llamé a Cintia para seguir provocando, pero no sé volteó.

—Voy a salir con Max —le informé—, no me esperes despierta. No tengo hora de regreso.

—Me conformo con no salir en las revistas mañana como la cornuda Cross.

—No prometo portarme bien —me burlé— pero intentaré no salir en las noticias.

Apagó la lámpara de dormir y agarré las llaves y me fui en busca de Max que ya me esperaba en el club, con dos chicas. Una que ya estaba dispuesta a darme lo que necesitaba. No me hacía falta estar atrás de Cintia.

Amor Por Contrato✓ [Disponible en físico]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora