Clara se ha mentalizado que todo en su vida está bien, que la magia en su niñez no eran más que imaginaciones de su infantil mente. Pero los Robinson, sus antiguos vecinos, regresan para recordarle el pasado, aquel en el que alguna vez creyó que ell...
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La casa se sentía tan distinta. Más cálida y llena de cosas desordenadas. Era otro lugar, uno en donde ahora ya no encajaba yo, mi yo actual. Incluso vestía con un vestido rosa.
Mi mamá tomó aire suficiente como para inflar su pecho. Lo único que quería era que volviera a hablar, pero sus labios se mantenían en una firme línea recta de seriedad. Pasó un mechón de su cabello a la parte trasera de su oreja antes de irse.
Me senté en uno de los sillones y acomodé mi falda. Ahora parecían enormes.
Pisadas torpes y rápidas anunciaron que alguien se acercaba. Un Cameron niño, muy tierno, se asomó por el umbral en busca de algo antes de entrar por completo en la sala y sentarse a mi lado. Su cara estaba sucia, su cabello despeinado, y su ropa mal arreglada y manchada. Tenía apariencia de haber estado jugando.
―¿Qué tienes? ―Su voz era el sonido más tierno del mundo. Hablaba con poca dicción y una sonrisa en la cara.
―Mi mamá no me dejó ir a jugar con los vecinos ―Mi voz me era desconocida. Algo que no había apreciado con anterioridad. Era como ser la espectadora de una escena en el pasado. No podía actuar por mi cuenta, sólo observar. Incluso escuchaba mis antiguos pensamientos como si fuera una persona distinta.
Sonrió en cuanto me escuchó.
―¿De nuevo faltaste a clases?
―Falté a un examen. No sabía que hoy había examen porque no entré a la clase pasada. Y como me fui con Stef y Clau tampoco sabían. Llamaron a nuestras casas porque pensaron que estábamos enfermas y así descubrieron que nos saltamos la clase. Nos regañaron a todas.
―Tonta. Eres consciente de que no debes faltar a dos clases seguidas y es lo primero que haces. ―Se rio―. Estuvo divertido, ¿sabes? Jugamos en el parque y Jamie cayó sobre mí cuando lo empujaron. Pero después Kai se sintió mal y todos se fueron, por eso regresé.
―¿Preguntaron por nosotras? ―quise saber.
―No por todas.
Cami entró a la sala con las manos escondidas detrás de ella, caminó hacia notros. Cuando estuvo lo bastante cerca, rompió en nuestras cabezas dos cascarones; uno estaba lleno de confeti y el otro de harina. Me tocó el primero. Los papelitos de colores cayeron frente a mí, mientras que la fina harina se quedaba atorada en la cara de mi hermano.
―Los hizo uno de mis compañeros ―dijo ella, alegremente― y pensé en ustedes de inmediato.
―¿Y por qué me tocó el de harina?
―Porque eres el más molesto, y si se lo daba a Clara, lloraría e iría a quejarse con mi mamá.
―¡Eso no es cierto! ―refunfuñé, pero no me hizo caso ya que Cameron tomó un poco de la harina que había quedado en su cabeza y se la lanzó a Cami directo en la cara. Lo miró, molesta, y él huyó siendo seguido por ella.