XVIII

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La casa que pertenecía a la familia de Clau nunca me gustó

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La casa que pertenecía a la familia de Clau nunca me gustó. Su estructura demasiado cuadrada sin nada que sobresaliera de ella me parecía bastante aburrida. Los colores sobrios de la fachada tampoco ayudaban a hacerla resaltar ya que siempre se perdía con el paisaje gris de los días nublados.

Me acerqué a la puerta que estaba justo en el límite que se marcaba entre la propiedad y la cera, toqué el timbre que nunca estaba segura que se escuchara y esperé.

A pesar de haber tomado el camino más corto, el tiempo había pasado sin piedad. Las nubes se apoderaron rápidamente del cielo ocultando cualquier indicio de azul, haciéndolo parecer una enorme manta de lana aérea que distaba mucho de ser cálida.

Erguí mi espalda cuando la puerta se abrió. Era un reflejo por costumbre ya que la mamá de mi amiga siempre me decía que tenía una mala postura de la que nunca era consiente hasta que nos topábamos. La Sra. Sara hizo una mueca como intento de sonrisa cuando me miró. Seguramente seguía creyendo que yo era una mala influencia para su hija. Muy alejada de la realidad no estaba.

―Buenas tardes, Clara. Hace bastante que no te veo por aquí ―habló con el mismo filo de un cuchillo nuevo. La formalidad de sus palabras me ponía incómoda―. ¿Te puedo ayudar en algo?

―Hola, señora. Venía a ver a Claudine ya que...

―Ella no está ―me interrumpió―. Se acaba de ir hace poco. Bien te la pudiste haber encontrado antes de llegar. Suponiendo que prestas atención a lo que te rodea, por supuesto. Pero creo que sabes a dónde va porque yo estoy segura de dónde encontrarla.

Una parte de mí creía que le había molestado que dijera "hola" en lugar de "buenas tardes", observación que me había hecho antes, pero es que el segundo nunca salía de forma natural; ya me había torturado varias veces intentando ser propia y siempre me quedaba sin habla. El resto de mí sabía que ella se comportaba así por el simple hecho de ser yo.

El que me tratara de forma tan seca nunca era sinónimo de que me mintiera. Yo no tenía el deseo de preguntarle más cosas, así que sólo me quedaba creerle.

―Ya veo. Entonces... supongo que me iré.

―Vete con cuidado ―concluyó y cerró la puerta.

Quizás Claudine tenía la habilidad de mejorar mis días, todo lo contrario a lo que su madre me causaba.

Para quitarme la sensación que me dejaban aquellas palabras, me puse mis audífonos para escuchar música de regreso a casa. Algo que no solía hacer para evitar quejas al respecto de parte de los demás, pero después de que me acabaran de llamar distraída era el mejor momento para protestar haciendo justamente lo que criticaban.

Lo único que quería era llegar lo más rápido posible. No debió de importarme esperar, sabía que eso era mejor que venir, pero tampoco quería cruzarme de nuevo con Stef. Tomé una decisión y ahora debía enfrentar la consecuencia a eso.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora