XXVIII

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―¿Aún no has comido tu chocolate? ―dijo Clau al otro lado de la línea

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―¿Aún no has comido tu chocolate? ―dijo Clau al otro lado de la línea. No había podido venir porque cuando tenía descansos en el trabajo iba a casa de Baby a "avanzar en el proyecto"―. Lo tienes desde hace más de una semana.

―No puedo ni siquiera abrirlo. Hasta le tengo cariño a la envoltura. ―Mis palabras se escuchaban tan ridículas en voz alta, por eso siempre intentaba dejarlas en mi cabeza donde todo parecía ser una buena idea.

La escuché reír. Pude imaginar su hoyuelo marcarse en su mejilla.

―Mientras más lo guardas, más esperanza tengo de que me convides un poco.

―Sigue soñando.

―Dicen que los sueños se hacen realidad ―imitó de mala manera la voz de una princesa―. Seguramente el día que te lo comas será el mismo que le digas a tu papá que tienes novio.

Me sentí nerviosa de imaginarlo.

Era obvio que mi padre sabía lo que eran los Robinson. La excusa era que Cami se lo había explicado. Sólo nosotras conocíamos la información que Sam nos había dado sobre él, aquella que ya no había seguido leyendo desde que llegó, haciendo que mi odisea por conseguirla se redujera a nada. Aunque intenté varias veces sacar el tema, no podía decirle ni una palabra. No me imaginaba diciéndole que salía con un licántropo.

Planeé que la relación entre Cam y Jamie me ayudara a decirle, como un incentivo. Pero Cameron se había vuelto distante, estaba afuera todo el día casi todos los días, a veces ni siquiera lo veía. Jamie preguntaba mucho por él y yo nunca tenía alguna respuesta que le complaciera. No lo mostraba abiertamente, pero podía ver su tristeza a través de sus ojos apagados.

Lo único bueno que le veía a todo era que se mantuvo el nombre de la serpiente. Era una estupidez, pero ya me había acostumbrado a decirle Carroll.

―Tampoco dejaré que pase la fecha de caducidad, Clau.

Volvió a reír.

―Me encanta el drama que le pones a todo esto. Mejor ya duerme que mañana hay escuela.

🐾

La gotera constante de la casa abandonada hacía eco hasta donde me encontraba. Hacía tanto frío que el vahó se veía salir de mi boca. El viento provocaba el cantar de la copa de los árboles en el bosque que se encontraba al frente. No había forma de prender alguna luz porque todo estaba desgastado, pero por algún motivo esta vez no tenía miedo de las sombras. Podía ver la noche a través de las ventanas rotas y cortinas desgastadas.

Sabía que esta era mi mente porque Náyade me había metido en ella una vez.

El agua bajo mis pies parecía un espejo ondeante. Los documentos aún se encontraban vacíos sobre el escritorio, al igual que los libros. ¿Cómo es que había llegado hasta aquí? No estaba con Náyade antes.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora