XII

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Había bastantes estantes de madera pegados a las paredes y un gran ventanal con vista al patio trasero

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Había bastantes estantes de madera pegados a las paredes y un gran ventanal con vista al patio trasero. Los estantes estaban a medio llenar de libros, había cajas apiladas en las que deduje que estaban el resto. Un aroma húmedo estaba impregnado en el ambiente, como cuando se guarda algo por mucho tiempo sin que le diera la luz del Sol. Podía ver la noche a través de los cristales, así como la lluvia empaparlos. De sólo pensar que había estado inconsciente poco menos de veinticuatro horas me alarmaba. Para mí eso había sido un mini estado de coma.

—Entonces, Clara —llamó el señor Robinson y lo miré—. ¿Algo más que quieras agregar?

Me acomodé en la silla. Cuando acepté a que me hicieran preguntas sobre lo sucedido no creí que habría tanta tensión, tampoco imaginaba que sólo sería entre Declan, el Sr. Robinson y yo en su biblioteca familiar. Aunque tenía sentido que el alfa y el sucesor de este fueran los primeros en saber, prefería que me acompañara alguien con quién había compartido un poco más de tiempo para sentirme segura. A la mente sólo se me venía Kai.

Y pensar que Cameron se había librado de todo esto mandando a Jamie a decir que no creía que aguantara mucho en una silla por su espalda y que él se encargaría de hacerle las respectivas preguntas. Estaba tan nervioso y evasivo cuando lo comentó que hasta yo noté que mentía, pero lo dejaron pasar y se salió con la suya.

Tener que recordar a mi atacante, tanto físicamente como su comportamiento, fue como avivar sensaciones pasadas que se encontraban enfrascadas dentro de mí. Muchas de ellas evocaban en el miedo que provocaba la ignorancia.

—Sólo una cosa —comenté—: me pidió... ordenó que dijera su nombre.

—¿El nombre de quién? —intervino Declan.

—No lo sé. Cada vez que le decía que no sabía a quién se refería, se enojaba.

El mayo parecía pensar mientras miraba un punto fijo en el escritorio frente a él. Su hijo, por otra parte, hizo una mueca de no haberme entendido.

—Eso no tiene sentido.

—Yo digo que sí lo tiene, Declan, y deberás encontrarlo.

—¿Me harás leer de nuevo un montón de libros? —Declan elevó la voz para que se escuchara sobre la de su padre, que era una voz potente que incitaba a la obediencia por temor—. Las cosas serían más fáciles si me las dijeras directamente.

Su padre se quitó los lentes, desesperado. Era notorio que se contenía a sí mismo.

—Declan, ser el alfa no significa sólo tener el control de todo y poder estar seguro de que los demás te obedecerán con una orden. Hay responsabilidad detrás, estudio, compromiso. Cosas que te faltan. Eso me hace cuestionarme la decisión que tomé. Quizá me apresuré eligiéndote.

Su hijo tragó saliva y tensó la mandíbula. Hasta yo sentí la amargura con la que habían sido dichas esas palabras.

—Si ya no hay nada más qué agregar —continuó—, puedes irte, Clara. Agradezco que nos hayas proporcionado la información. Si llegas a tener algún otro dato, me encantaría que me lo hicieras saber.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora