XXV

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Si no hubiera tanto silencio o si la habitación no se mantuviera tan calmada, o si el aire fuera más denso y pesado no me sentiría tan vacía y fragmentada

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Si no hubiera tanto silencio o si la habitación no se mantuviera tan calmada, o si el aire fuera más denso y pesado no me sentiría tan vacía y fragmentada.

Mentira.

Existió algo que me hizo sentir completa. Sí, existió. Fue único, fue efímero.

Tres toques en la puerta indicaron que Jamie fue quien abrió y pasó. Sinceramente ya lo había escuchado subir las escaleras. Sólo él parecía tener los pies ligeros cual bailarina.

―¿Te encuentras bien, Cami?

No, no lo estaba. Si lo estuviera no me dolería la cabeza ni la garganta, mis mejillas estarían secas y me habría cepillado el cabello.

Sabía que lo preguntaba de buena fe, pero la amabilidad de Jamie me molestaba ahora.

Me removí entre las cobijas y almohadas, sólo así pude mirarlo.

―No me gustaría cortar la inspiración en la que ahora estás sumergida ―dijo―, pero quiere hablar contigo después de Terry.

Me senté.

―¿Me da tiempo de bañarme?

―Sólo si lo haces en menos de diez minutos.

Inhalé.

―Bajo en cinco.

🐾

Mientras caminaba, jalaba la tela de los pantalones de mezclilla que decidí ponerme. No estaba acostumbrada a usarlos, los había encontrado en el fondo del armario. Sentía las piernas aprisionadas.

Bajar los escalones fue lo peor.

―Te ves bien. Diferente. ―alabó Jamie desde la cocina. Estaba con Cameron quien me miraba con lástima. Si no fuera mi hermano ya le habría propinado un golpe. Odiaba que me miraran así.

¿Qué apariencia tenía? ¿Acaso estaba tan mal que había logrado cambiar la cara de máscara que había asociado con Cameron? Además, ni siquiera intentaba decir algo.

―¿Ya ha salido Terry? ―Ignoré su comentario.

Negó ligeramente. Me escabullí entre el pasillo al lado de la escalera escuchando el rechinido del piso debajo de la alfombra. Por momentos sentía el aroma de Declan como si la casa se hubiera impregnado en él, pero duraba tan poco como para ser apreciado. No quería que alguien me encontrara en ese estado de nostalgia o me verían como débil.

Todos habían sido entrenados mentalmente para recibir a la muerte como una vieja amiga, así me lo explicaron. Y cuando murió Alex, un beta con el que mantenía buena relación, no sentí nada. Creí entonces haber aprendido a lo que se referían, pues vinieron muchas otras muertes dentro de la manada igual de indoloras. Eran significativas hasta cierto punto, pero poco trascendentes.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora