La niebla de la calle era espesa. Apenas y podía ver a los automóviles pasar frente a la casa, y no eran más que sombras borrosas al otro lado de la ventana. El frío se podía sentir aun estando dentro, en la cocina, y sabía que pronto tendría que enfrentarme a la oscuridad del día que apenas empezaba y al helado clima tan pronto terminara el chocolate que había calentado como desayuno.
Un sonido capturó mi atención, rompiendo la calma a la que ya me había acostumbrado. Mi cabeza giró y vi a papá bajando las escaleras de forma pesada, como si cargara algo más que su cuerpo cuando sólo venía en bata. Entró a la cocina con su cabello rubio arremolinado y unos mechones pegados a su piel por la transpiración, pequeñas ojeras se presentaban bajo sus ojos lo suficientemente grandes como para notarse aun cuando su mirada no iba dirigida hacia mí.
—Buenos días —saludé, sin recibir una respuesta por parte de él—. Sé que ya lo sabes, seguramente Cameron te lo mencionó, de hecho yo también lo hice, pero lo repito: Hoy empiezan nuevamente las clases, así que no estaré en casa merodeando.
Caminó directamente al refrigerador sin hacer contacto visual conmigo, abrió la puerta y revolvió cosas en su interior provocando bastante ruido, ruido de lo vacío que se encontraba.
—Creo —continué— que ya notaste que falta comida, pero no te preocupes por eso. Saliendo de la escuela iré a comprar varias cosas y volverá a estar lleno. Le pedí a tu hijo que fuera hace dos días pero no me hizo caso.
Cerró la puerta llevándose algo entre manos, y caminó escaleras arriba. Seguramente regresaba a su habitación.
En ocasiones, esas pequeñas charlas que teníamos sin querer al encontrarnos las respondía con un «De acuerdo», o un «Ya sabes de dónde agarrar dinero», en otras se limitaba a contestar con un pequeño «Ajá» que me dejaba en claro que pasaba de todo por su cabeza menos mis palabras. Pero esta vez no tuve suerte de obtener algo de su parte.
Cuando mi bebida terminó, dejé la taza en el lavadero sin la intención de lavarla. Hacía demasiado frío y ya podía imaginar que el agua se encontraba helada; y el frío era algo que detestaba. Me abrigué y tomé mi mochila antes de salir, sólo para encontrarme el rollo de periódico sobre el tapete de la entrada, mostrado el encabezado de la noticia más reciente: "Toque de queda como medida de seguridad es todo un fracaso". Lo levanté para dejarlo en la mesa que se encontraba al lado de la puerta de la entrada sin darle mayor importancia e irme. No era fan de leer las noticias, muchas veces amarillistas, del pueblo, pero en ocasiones me entretenía con ellas.
El pavimento estaba húmedo y resbaladizo por la lluvia, el cielo comenzaba a aclararse poco a poco, pero la niebla seguía ocultando las casas. No había personas caminando cerca, sólo autos estacionados a las orillas de la calle con los vidrios empañados por el frío, con una capa de hielo muy ligera sobre el metal del techo.
Una sensación extraña se comenzó a esparcir por el ambiente, provocando que mi cuerpo se tensara y un escalofrío recorriera mi espalda. No podía explicar cómo lo sabía, pero de inmediato pensé en que alguien me observaba. Miré detrás de mí sin detenerme, noté que la calle seguía desierta. Caminé entonces más rápido. Mis pasos eran los únicos en escucharse. Metí mis manos a mis bolsillos, incliné mis hombros y agaché mi cabeza hasta que el cuello de mi chamarra cubrió mis orejas. Era un intento de desvanecer esa sensación de ser observada y apartar, a la vez, el frío.
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FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•
FantasyClara se ha mentalizado que todo en su vida está bien, que la magia en su niñez no eran más que imaginaciones de su infantil mente. Pero los Robinson, sus antiguos vecinos, regresan para recordarle el pasado, aquel en el que alguna vez creyó que ell...