XVII

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―Préstame tus llaves

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―Préstame tus llaves. ―Extendió su mano hacia mí de forma desinteresada. Era la tercera vez que me veía en la misma situación―. Tengo que ir a mi casa por ropa así que llegaré después que tú ―apuntó cuando vio que no hacía nada para darle lo que me pedía.

Ya sin su trabajo, Clau prácticamente vivía conmigo. Sabía que aquello era una simple actividad para estar fuera de su casa la mayor parte del día, dinero no necesitaba. Ahora que no tenía nada mejor que hacer hasta dormía en mi casa, lo que implicaba que tuviera que ir constantemente entre una morada y la otra por cosas.

Le dirigí una mirada, irritada.

―Podrías simplemente tocar.

―Vamos, Clara. Seguramente llegarás y dormirás, y yo tendré que esperar afuera hasta que Cameron decida si quiere o no que entre. Es más probable que él te abra la puerta a ti que eres su hermana que a mí siendo una intrusa.

Cedí y le entregué mis llaves ya que sus palabras no carecían de razón. Varias veces mi hermano la había dejado afuera adrede. Se las llevó felizmente moviéndolas en su mano hasta que la perdí de vista cuando viró en una esquina.

―Cuando dijiste que ella era parte de tu familia no creí que fuera de forma tan literal ―mencionó Kai quien había presenciado toda la escena.

Elevé la cabeza para mirarlo. El sol iluminaba sus ojos haciéndolos ver dorados de alrededor. Ahora sabía que aquel brillo era característico de los licántropos por una extraña maldición que les había puesto el Dios del Sol. De ahí que sólo lucieran así cuando la luz les llegaba.

―Ahora también la puedes considerar tu vecina ya que pasa más tiempo en mi casa que en la suya.

―Viendo que eres bastante hospitalaria, me han entrado las ganas de pedir asilo a tu casa.

Me reí mordiendo mi labio inferior para evitar que mi sonrisa estuviera demasiado acentuada.

―Por mí te dejo entrar. No puedo decir lo mismo de Cameron. ―Recordé que prácticamente estaban prohibidos los Robinson en la casa. La excepción era Jamie y quería creer que era porque nos ayudaba. Si consideraba que tampoco era bienvenida Cami se podría decir que muy pocas personas eran recibidas.

―Entonces estaré en donde tu hermano nunca me encuentre.

―Suerte con eso. Creo que él conoce la casa mejor que yo. Quizá no entre a la habitación de mi padre porque está cerrada, o a la que le pertenecía a Cami por tabú, o a la mía porque no le dejo.

―Yo escuché un posible lugar en el que me puedo quedar.

Aclaré mi garganta y desvié la mirada.

―No te puedes quedar en la habitación de Cami.

Le oí reír antes de que alguien le llamara y nos detuviéramos. Stef se acercó a nosotros con la mirada fija en Kai. Se había peinado haciendo dos moños en su cabeza que sujetaban parte de su cabello, el resto permanecía suelto en su espalda.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora