VII

106 16 20
                                    

—Creo que me estás confundiendo con alguien

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Creo que me estás confundiendo con alguien. No recuerdo conocerte de alguna parte —mencioné ante la rareza de sus palabras.

No sabía por qué alguien me buscaría, ni para qué, y menos si no le reconocía. Además, su presencia no hacía más que inquietarme.

Sonrió antes de comenzar a moverse en mi dirección. Mi cuerpo reaccionó desde el principio, pero me había mantenido en el mismo lugar hasta que lo sentí demasiado cerca y retrocedí. Estaba segura de que la distancia que nos separaba era más larga que el equivalente al doble de mi brazo estirado, y aun así la sentía corta.

—A pesar de que hay algo extraño en ti, veo que sólo eres una humana.

Después de eso, automáticamente asumí que eso lo descartaba como humano a él. Las únicas personas raras que tenían cabida en mi vida eran mis vecinos, ya sea por los rastros de confianza que quedaban como sombras de lo que alguna vez tuve con ellos, o por mi necedad de mantener algo que venía de mi pasado aunque eso hubiera cambiado.

En cambio, no sabía si la persona frente a mí, de un momento a otro, podría soltarme un golpe.

—Por cierto —continuó—, eso es mío. —Señaló en mi dirección, al celular que tenía en las manos, específicamente, y extendió la mano para que se lo entregara—. ¿Podrías regresármelo?

Las palmas de mis manos comenzaron a sudar mientras mis dedos de aferraban a los objetos que sostenían; el celular en una y la bolsa que contenía todo lo comprado en la otra. No quería seguir con algo que no era de mi propiedad, pero me negaba a acercarme a aquel chico. Lo solté para que cayera en el pasto sin dejar de alejarme. Noté manchas oscuras, rojizas y brillantes entre el verde que, de no haber prestado atención, seguramente no sería consiente de ellas.

¿Sangre?

—Tómalo cuando quieras —dije.

Él se detuvo observando su celular, sonrió de lado con molestia. Fue hasta que vi de reojo que me estaba acercando bastante a los primeros árboles que marcaban la limitante del bosque que dejé de retroceder. Me sorprendí al reconocer el leve destello rojo en sus ojos cuando me miró iracundo al recoger su celular.

—Tú mataste a la chica de la otra noche —le acusé.

Su sonrisa se amplió.

—No la maté, por lo menos no a propósito. Pasó que mi fuerza pudo más que mi voluntad en un instante. Y creo que hubiera vivido si me la hubiera llevado a tiempo, ¡antes de que me atacaran! —Fue alzando la voz con cada palabra hasta terminar gritando con tanta furia acumulada que las venas de su cuello se sobresaltaron—. Pero prometo controlar mi fuerza contigo. —Elevó una mano cuyos dedos de a poco se fueron alargando, deformándose grotescamente.

Esa fue la señal que necesitaba para correr lejos de él. Mis piernas se movieron llevándome directamente al bosque. Pensaba que los troncos me servirían como obstáculos contra él, a diferencia de la superficie plana que se extendía al lado de la carretera donde podía alcanzarme más fácil. El suelo estaba húmedo, pero no lo suficiente como para llegar a ser lodo, y entre los árboles hacía más frío y se mantenía un poco más oscuro.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora