XIX

79 8 5
                                    


El cielo estrellado que luchaba por verse a través de las nubes era una buena distracción ante la ansiedad de no saber cómo conseguir lo que Sam me había pedido

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El cielo estrellado que luchaba por verse a través de las nubes era una buena distracción ante la ansiedad de no saber cómo conseguir lo que Sam me había pedido. Pero recaía una y otra vez en ese pensamiento.

Cuando bajé la cabeza, el cuello me dolía por haberlo dejado en una posición tan escasamente práctica por mucho tiempo. La oscuridad que me rodeaba no bastaba para hacer que mis manos sudaran del miedo, y las luces callejeras ayudaban a eso.

Caminé hasta ver una cabellera larga rubia que me pareció familiar. Cami estaba afuera de una cafetería cuyo interior se encontraba lleno de personas. Ella me miró notando mi presencia y sonrió. Me vi tentada a acercarme y así lo hice.

―¿Dando un paseo nocturno? ―inquirió.

―Iba camino a casa ―expliqué mientras sobaba mi cuello. Antes de que ella me preguntara lo obvio, agregué―: Miraba las estrellas y ahora me duele. Necesito un momento para recuperarme.

Elevó la mirada al entender.

―No es una buena noche para intentar ver el cielo. ¿Recuerdas cuando mi mamá decía que eran luciérnagas? ―Se tomó un momento mientras yo intentaba recordar eso―. "No me lo vas a creer, pero había diez millones de luciérnagas que iluminaban el mundo mientras intentabas quedarte dormida" ―citó de forma tan precisa que me fue difícil no compararla con mamá. Era como si la estuviera viendo. La misma sonrisa, el mismo cabello, las palabras... Había recordado de repente cuánto la extrañaba, y me debatía entre la tristeza y el dolor interno por su recuerdo.

Declan salió de la cafetería con dos vasos, uno en cada mano. Eso dispersó mis pensamientos en un suspiro. Cami lo miró, emocionada.

―Hey. Hola de nuevo ―saludó al verme―. Este es para ti ―dijo, entregándole uno de los vasos a ella.

―Gracias. Adoro cuando me compras cosas por sorpresa.

―Pero tú me dijiste que te lo com... ―dejó de habar cuando Cami le pegó de forma "accidental" con su codo al acomodarse el cabello. Calló un poco de café en su mano que limpió lamiéndola.

―¿Quieres un café, Clara? O cualquier cosa. Yo invito ―ofreció Cami, pero me sentía satisfecha a pesar de saber que sólo había comido dos galletas en todo el día. Así que simplemente negué―. Entonces regresemos a casa juntos. No te puedes negar a eso.

🐾

Declan por fin hizo caso de lo que Cami decía y la dejó en el suelo cuando estuvimos frente a nuestras casas. Ese había sido el castigo que creyó merecer al haber sido la responsable de que sus cafés se cayeran, y al parecer fue efectivo.

―Odio que me pongas de cabeza ―se quejó ella―. La sangre se me sube y siento que mi cráneo va a explotar.

―Pero cuando estás de pie la sangre no se te va a los pies ―contraatacó Declan. Eso me hizo reír y mi intento de contener el sonido no sirvió de nada ya que lo notaron. Entonces agregó―: ¿Ves? A ella le dio risa.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora