XIII

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El frío de la mañana provocaba que la herida en mi brazo me doliera más de lo que me gustaría

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El frío de la mañana provocaba que la herida en mi brazo me doliera más de lo que me gustaría. Todo el camino a la escuela me la pasé apretando el lugar sobre las vendas con fuerza, como si el dolor del agarre quitara el anterior. En cierta forma lo aminoraba.

Lo que no paraba eran las palabras de Cam haciendo eco en mi cabeza. Tenía miedo de no ser lo que siempre di por hecho que era. También temía saber lo que éramos.

Ya sin el ajetreo de la primera semana, todo era más tranquilo en el colegio, pero la lluvia provocaba que todos se amontonaran donde las gotas no los pudieran tocar. El piso de los pasillos estaba cubierto de lodo y había huellas de zapatos por todos lados. Podía sentir la pesadez del aire a causa de los cuerpos húmedos de los estudiantes que no dejaban de moverse buscando o huyendo de sus clases.

Claudine estaba sentada en los escalones de la escalera cercana a las oficinas, la menos transitada, aferrada a un vaso de café con las mangas de la chamarra azul cubriendo sus manos.

―¿Quieres un poco? ―ofreció cuando me acerqué a su lado.

Las mañanas con lluvia causaban el retraso de los profesores, pero nosotros no debíamos de llegar tarde o se nos prohibiría la entrada. Por eso es que Clau estaba tan tranquila, de otra forma ya me estaría empujando para que no llegara con retraso a la primera clase.

Observé cómo el vapor salía de la bebida.

―¿De qué es?

Miró el vaso, recordando.

―Capuchino vainilla con un poco de moka, chocolate, canela. No había de cajeta, pero tenían café con Baileys y le puse también. Lo hice pasar por capuchino simple para no pagar de más ―dijo orgullosa tomando un sorbo antes de volverme a ofrecer. Siempre hacía lo mismo cuando lo compraba en lugares que tenían maquina dispensadora y varias opciones en ella.

Estaba ansiosa por tomar el vaso caliente entre mis manos. Sabía que el tacto cálido me iba a agradar más que el sabor, pero no pude agarrarlo ya que un chico pasó a nuestro lado de tal forma que nos obligó a hacer el espacio entre nosotras más amplio, agradeció y siguió su camino. Al mantener la mirada fija en él pude notar que se y trataba de Baby. Claudine le dedicaba todo su odio con los ojos y noté la razón al observar sus manos vacías. El pelirrojo se había llevado el café de Clau.

―¡Oye, eso era mío! ―­Sin pensarlo demasiado, fue detrás de él.

La seguí.

―Exacto, era. Gracias por compartirlo conmigo.

―No te compartí, no te lo di. Lo tomaste y cuenta como robo. Devuélvelo.

Baby se detuvo, tomó un sorbo de café antes de acercar el vaso a Clau incitándola a tomarlo. Ella se reusó a aceptarlo poniendo mala cara.

―Eso creí ―concluyó él―. Tu generosidad algún día será recompensada. ―Retomó su camino perdiéndose entre los estudiantes.

Estaba más sorprendida por ver que a Baby no pareció disgustarle la mezcla de sabores, que por el hecho de molestar a Claudine tan temprano.

FEVER •|| 𝐻𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝐿𝑢𝑛𝑎 𝐼 ||•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora