3

91 8 1
                                    

Recostada en mi cama esa noche, mi mente divaga mientras veo mi habitación y las paredes de color rosa pálido con marcos de fotos colgados en ellas. Llenos de fotos tomadas hace años, cuando éramos una familia feliz. Nunca redecoré - ni siquiera he cambiado una sola foto de los marcos. Ocasionalmente, cuelgo algún poster o algo en la parte trasera de la puerta de mi habitación, pero nada más que eso. Nada que no pueda ser quitado rápidamente; haciéndome saber que lo que una vez existió nunca está muy lejos.

Aún nos puedo recordar vívidamente a los 3 en B&Q y cómo me dieron la oportunidad de elegir el color de mi habitación. Tan pronto dije rosa, mi papá gruñó y se quejó diciendo que me hartaría del color en pocos meses y que tendría que volver a pintarla, pero aceptó de cualquier modo. Como siempre. Siendo hija única casi nunca escuchaba la palabra 'no' cuando pedía algo. En retrospectiva él tenía razón; rosa podría haber parecido una buena idea en el momento pero conforme crecí parecía muy de niña e infantil. Aun así, nunca lo cambié. No después de la diversión que recuerdo haber tenido mientras convertimos mi habitación en mi pequeña guarida.

Puedo recordar mi emoción cuando compramos los overoles y protectores y luego fuimos a casa para decorar ese mismo día. Al abrir la lata de pintura, mi mandíbula y la de papá se abrieron cuando vimos lo brillante del color, aunque mamá nos aseguró que sería menos llamativo una vez que estuviera en las paredes. Además, dijo, se decoloraría con el tiempo. Todos nos reímos mientras hundimos nuestras brochas en la pintura brillante y empezamos a ponerla en las paredes, pintando cuidadosamente las orillas antes de usar rodillos felizmente en el resto de la pared. Pintura rosa voló por mientras reímos al hacer la tarea; recuerdo pintar la nariz de papá a propósito (mamá me animó a hacerlo) y luego tuve que correr por toda la habitación cuando intentó vengarse, algo que obviamente consiguió, haciendo que lo persiguiera de nuevo. Se convirtió en un juego muy desastroso, así que para cuando terminamos de pintar las paredes, estábamos tan rosas como ellas. Me ordenaron bañarme para quitarme toda la pintura que había encontrado lugar en mis orejas, nariz y cabello, mientras papá salió a comprar una cubeta familiar del KFC - comida rápida era algo raro en nuestra casa y sólo la comíamos en ocasiones especiales. Comimos el manjar mientras nos sentamos en medio del piso en mi recién pintada habitación, viendo nuestro trabajo. Fue un gran día.

Cuando llegué a casa de la escuela al siguiente día, entré a mi habitación y encontré a papa colocando clavos en una de las paredes y colgando marcos de fotos de madera de diferentes tamaños. Cuidadosamente buscó en los álbumes familiares y eligió fotos especiales de nosotros en parques alimentando patos, de vacaciones o simplemente abrazados en casa. Nosotros tres. Antes de que todo desapareciera. Durante los siguientes años deseé poder saltar en esos marcos y revivir esos pequeños momentos. Momentos que no me di cuenta que eran tan especiales hasta que ya no estuvieron disponibles.

*

He odiado el cambio. Odié tener que alejarme de algo que atesoraba tanto. Aunque al recostarme en mi cuarto ahora, por primera vez en años, me siento emocionada con la posibilidad de algo nuevo. Pensamientos emocionantes revolotean por mi cabeza sobre el atractivo hombre que entró hoy a la tienda.

Una vez que dejo de sufrir por el hecho que nunca había tenido un ataque de pánico frente a un completo extraño, no puedo evitar sonreír al pensar en su sonrisa, su toque, incluso su olor. Solo pensar en él es suficiente para hacer que mis entrañas tiemblen. Nunca había experimentado un sentimiento como este - me siento mareada y llena de lo que espero que sea esperanza.

Me las ingenié para evitar compañía por gran parte de mi infancia y desde entonces sólo he estado rodeada de mujeres todos los días, así que es justo decir que no tengo mucha experiencia en lo que refiere a interacción con los hombres, más allá de saludar a los hombres de la aldea cuando los veo en la calle. Han habido extrañas relaciones casuales o citas a ciegas organizadas por algunas de las señoras clientas de la tienda, que de vez en cuando han intentado emparejarme con sus nietos, pero ninguno de ellos ha tenido éxito. Así que estoy desconcertada por los sentimientos dentro de mí.

Billy & MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora