Capítulo 1: Malas ideas

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[Narrador omnisciente]

La casa de los Prasadiad acostumbraba a ser tranquila por las mañanas, aunque tras un domingo de ocio, Lexy siempre conseguía terminar con esa 'paz'.

—¡¿Pero qué haces?! —preguntó alterada arrebatándole el recipiente de donde tomaba la sustancia.

—Mujer, ¡relájate! ¿Te acaba de bajar después de tener sexo o qué?

—Lárgate, sal de mi casa, ¡ahora! —gritó furiosa tirando de su camiseta, echándolo de su hogar mientras escuchaba insultos del chico.

Al haber cerrado la puerta suspiró con molestia y pena mirando la urna.

—Me va a matar... —susurró y comenzó a meter las cenizas de la chimenea dentro.

Metió la cantidad aproximada que contenía antes y salió de casa para encaminarse al instituto.

En mitad del camino acostumbraba a encontrarse con Josh, el cual la esperaba en el mismo punto de siempre, donde la madre del chico ya no podría verlos juntos.

—Mi madre sigue insistiendo en acompañarme al instituto, creo que aún no se le mete en la cabeza que este año ya cumplo diecisiete —empezó a decir el pelirrojo.

 —Sigues siendo un crío, Josh, seguirás teniendo dieciséis hasta el 21 de diciembre —respondió Lexy con una sonrisa.

Ella era un año mayor que él, que todo el grupo en realidad. Había repetido curso y su grupo de salir de fiesta había pasado a la universidad, por lo que ahora solo quedaban ella y sus amigos un año menores, que eran mucho más relajados de lo que ella estaba acostumbrada. A excepción de Josh, que la seguía a todas las fiestas que podía.

—Pero estoy contigo —continuó diciendo la chica—. Tu madre debería darte un poco más de libertad.

—Y mi padre un poco más de atención —contestó Josh desviando la mirada—, cada uno me lleva a un extremo: o casi no existo, o soy el centro del mundo.

—¡Oh, venga ya! —exclamó Lexy dándole un golpecito en el hombro a Josh— ¡Si a ti te encanta ser el centro del mundo! —dijo riéndose, lo que también le sacó una sonrisa a Josh.

—Tienes razón, me encanta serlo —contestó él presumidamente.    

A solo unos metros del instituto y partiendo de las calles más enriquecidas de la ciudad, se encontraban los hermanos Sanadesio: Fu Roitrad y Brian Odravedo.

Ambos hermanos adoptivos no tuvieron mucha suerte con la elección de nombres, pero al menos han disfrutado desde pequeños de todos los lujos que unos empresarios exitosos pudieran darles, aunque no tomaran mucha parte en su papel como padres.

—Brian, ¿teníamos examen hoy? ¿O era mañana? —preguntó el asiático soltando un ligero bostezo mientras miraba su rostro en la pantalla del móvil.

—Fu, ¿otra vez? El examen de química es mañana pero el de historia era hoy después del recreo —respondió el negro mosqueado. Siempre era él quien tenía que recordarle todo, y su hermano nunca parecía agradecérselo. 

—Repasaré en el recreo entonces... —musitó sin darle importancia a la molestia de su hermano— Mira, ahí está Lana —volvió a decir tranquilo mientras la castaña se bajaba del coche.

—¡Hola! Ya que os he visto, podemos ir juntos al instituto —saludó alegremente.

Lana era la persona más dulce de todos los amigos. Se llevaba bien con todo el mundo en el instituto, sacaba buenas notas, jamás había sido expulsada ni había tenido conflictos con nadie. Y como guinda del pastel, era presidenta del consejo escolar. 

Descansad en paz (Mundo Creepypasta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora