Capítulo 66

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[Narrador omnisciente]

Era una noche brillante. La luna llena resplandecía a través de las cortinas, dejando un tono azulado y tranquilo en toda la lujosa habitación.

Las paredes eran blancas y negras, y las sábanas, de seda. Allí, dormía gracias a unas pastillas para el sueño un empresario rubio, padre de Brian y Fu.

El padre de pelo marrón oscuro, sin embargo, daba vueltas sin parar. Había renunciado a las pastillas para dormir, pero la noticia que les había dado esa misma mañana la policía lo tentaba a tomarse una.

—Brian… hijo… sé que sigues vivo, en alguna parte de ese bosque —pensaba como si el muchacho pudiera escucharlo desde su celda—. Lo siento… lo siento tanto. Todo. Siento tanto no haber podido pasar más tiempo contigo y con… con… Fu… —y otra vez empezaron a salir las lágrimas al recordar a su hijo muerto.

Con rabia y dolor, se levantó de la cama e intentando hacer el menor ruido posible se adentró en el baño. Miró sus ojos rojos de tanto llorar, sus labios levemente hinchados, sus grandes ojeras, su pelo, piel y ligera barba descuidados… 

—¡AÚN PUEDO HACERLO! ¡AÚN PUEDO PASAR TIEMPO CONTIGO! —gritó mientras golpeaba el lavamanos. 

Su marido rubio pareció quejarse por unos segundos del ruido, pero pronto volvió a dormirse.

El moreno, cansado de toda esta situación, decidió tomar acción por sí mismo. 

Se colocó su reloj de pulsera con localizador, que mandaba la señal al teléfono de su marido. Buscó entre los cajones de la cocina una linterna.  Por último, se colocó unas deportivas y un chándal por encima del pijama. 

—Espera… si están en una celda necesitaré algo para abrirla… —y antes de marcharse agarró un destornillador y un martillo, y se los guardó en los bolsillos de su chándal junto con las llaves del automóvil.

Sus pasos eran lo único que se escuchaba por las calles, después de los asesinatos de los señores Driesatdpo y el secuestro de los chicos era raro que hubiese alguien caminando a esas horas.

Llegó a su vehículo y condujo hacia el bosque con prisa y rabia, dos factores que producen accidentes de tráfico con frecuencia.

Cuando llegó a la zona prohibida del bosque aparcó y entró sin pensarlo después de sacar la linterna y tener el destornillador escondido en su manga.

Estaba demasiado oscuro, ni siquiera la luz de la linterna podía alumbrarle un camino decente, la espesura de los árboles estaba en auge y más en su silenciosa oscuridad.

De repente, escuchó un sonido extraño, un sonido de estática que cada vez se intensificaba más en sus oídos.

—¡¿Q-quién está ahí?! —movió la linterna a todas direcciones, tratando de buscar al causante de su malestar— ¡¿Quién está ahí?! —repitió hasta que sintió un golpe en la espalda con un bate de béisbol tirándolo al suelo.

—Hijo de puta —gimió retorciéndose en el suelo. Al darse la vuelta vio a un individuo con una máscara de hockey rosa y vestimenta del mismo color. Este ladeó levemente la cabeza hacia su presa.

Se acercó para darle otro batazo, pero el padre moreno fue más rápido y le clavó el destornillador en el lateral de la pierna izquierda, sacándole un grito muy agudo a su agresora.

—¡¿CÓMO TE ATREVES A APUÑALARME CON UN PUTO DESTORNILLADOR?! —gritó la chica en el suelo tapando su pierna herida.

El padre escuchó más pasos detrás de sí, así que sin perder ni un segundo más de tiempo se colocó detrás de la chica y apuntó su cabeza con el destornillador.

Descansad en paz (Mundo Creepypasta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora