Amuleto redundante

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Chat Noir lanzó su bastón tanto como su mano se lo permitía, haciendo un gran boquete en una pared no tan cercana al azotar, y un ruido sordo bastante notorio aún a la distancia. El héroe alzó sus manos hasta las sienes, jalando su cabello con fuerza y ansiedad. 

— ¿¡Por qué eres tan necia!? —Preguntó en un grito a la nada, y comenzó a barajar sus opciones. —Si voy a la pelea sin "Adrien" —Enfatizó haciendo comillas con sus garras  —Soy gato muerto. Y si no... bueno eso no es una opción. No puedo dejar que pelee sola ¿Si se lastima? ¿Si la hechizan? ¡¿Es que no se da cuenta que mi único propósito como héroe es mantenerla a ELLA a salvo?!

Comenzó a caminar, dando vueltas casi sobre su propio eje, hablando alto y gruñendo entre cada frase, subiendo el volumen de su voz sin importarle que la escuela debajo de él se llenara de hechizados atraídos por sus ruidos. 

— No puedo solo irme a mi casa —Volvió a gruñir, dejándose caer quedar de cuclillas — ¿Qué estás tramando Ladybug?


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Lejos de ahí, en el jardín de las Tullerías, Ladybug soltó un largo suspiro. De algún modo, se sentía aliviada de no tener que preocuparse por ninguno de los dos. Quería pensar que si Chat Noir y Adrien estaban juntos, estaban a salvo, y eso la dejaba a ella libre de pelear sin preocupaciones. De pronto supo que hace mucho sentía ese peso cuando se trataba de Chat Noir, y eso le causó una leve opresión en el pecho justo antes de que Blur Clair apareciera volando sobre ella y Tigresa Púrpura.

El tiempo que les tomó alzar la mirada y volverla a bajar para evitar el ataque del akuma, fue el mismo que les tomó a un grupo de al menos cincuenta hechizados correr directo hacia ellas. Tigresa Púrpura tomó a Ladybug del brazo, y sin darle mucho tiempo a reaccionar corrió arrastrándola lejos de la marabunta. Muchas más personas comenzaron a llegar hasta Blur Clair, arrastrando consigo nuevas víctimas.

— ¡Debemos detenerla antes de que reúna más aliados! —Gritó Ladybug exasperada mientras se paraba en seco, lo que menos quería era correr. Quería pelar, hacerle frente al enemigo y derrotarlo cuánto antes.

Tiempo... tiempo... tiempo —Se repetía como un mantra en su mente, con el compás similar al tic-tac de un viejo reloj de péndulo.

Antes de que Tigresa Púrpura pudiera contestar, Ladybug ya estaba frente al akuma, con los ojos cerrados y golpeando de frente. Por un momento, la de violeta se preguntó si era normal ver a Ladybug de esa manera. La heroína siempre parecía prudente y mesurada, y lo que estaba viendo no coincidía en nada con la actitud que normalmente era vista en los noticieros que cubrían las batallas. Esta Ladybug era arriesgada, temperamental e imprudente, y lo constataba al ver que peleaba con los puños, los ojos cerrados y los dientes apretados, sin plan ni estrategia.

 Los hechizados vestidos de azul las rodeaban a ratos, pero Tigresa Púrpura los alejaba con su látigo, haciéndolo chocar contra ellos obligándolos a retroceder con el impacto. A otros más los golpeaba, tan suavemente como le era posible al recordar que no se trataban más que de simples civiles. A algunos lograba apresarlos en contenedores de basura, entre enrejados que arrancaba y convertía en jaulas improvisadas o usando su arma para subirlos a la noria del parque y atorar las puertas. De a poco solo quedaron Ladybug y Blur Clair en el campo de batalla. Todo lo que se escuchaba eran los gruñidos de ambas y sus respiraciones cada vez más pesadas.

Ladybug había visto todos los poderes del akuma, o al menos eso quería creer. Así que mientras peleaba siguió con los ojos cerrados para evitar su hechizo, y tampoco dejó que en ningún momento la tocara ni le permitía hablar entre golpe y golpe. Aún no sabía que hacer, pero confiaba en que tarde o temprano el akuma acabaría por cansarse o desesperarse, o tal vez Shadow Moth lo haría primero y le quitaría sus poderes al ver su ineficacia. Todo lo que sabía es que el akuma podía estar en la pulsera que adornaba el dorso de su mano, y que escondía de ella cada que se le acercaba a tratar de arrancársela.

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