Pequeños consuelos

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Cuando Marinette despertó, una cálida y reconfortante sensación la abordó de pronto. Era la misma que había sentido toda la noche en su sueño, el que recordaba perfectamente con cada pequeño detalle y hasta la más pequeña sensación.

Al abrir los ojos pudo darse cuenta que Tikki dormía sobre su frente. Era extraño, su Kwami tenía su propio espacio en la almohada junto a ella, y no acostumbraba invadir el espacio de Marinette. Aún así esto no le molestó, por el contrario su cercanía aumentó esa sensación de confort que la acompañaba esta mañana.

Con cuidado la acunó entre sus manos, y le pareció extraño que Tikki no hiciera ni el amago de despertar. Parecía cansada tal y como si acabara de irse a dormir, y Marinette se sintió culpable de pensar que tal vez había estado vigilando por si un akuma aparecía. 

 Ese pensamiento la devolvió a la realidad de golpe, y todas esas emociones negativas amenazaron con atacarla de nuevo todas juntas. Las cuales fueron in crescendo cuando giró el rostro y lo primero que toparon sus ojos fue su celular en la mesita de noche. Dejó a Tikki con cuidado en la almohada y tomó el aparato.

Soltando un doloroso suspiro de mera resignación, desbloqueo la pantalla y borró el fondo de pantalla con la fotografía que Adrien y ella se habían tomado en una de sus tantas escapadas. Luego fue abriendo una a una sus redes sociales, bloqueando o cerrando sus cuentas y desinstalando las aplicaciones. Para terminar, fue a sus contactos y bloqueó un número y un par de grupos, de modo de no recibir ni mensajes ni llamadas. 

— No te la dejaré tan fácil, Hawk Moth — Masculló hacia la nada agitando la cabeza. Notando que había días en los que parecía que solo hablaba consigo misma o con los Kwamis, y nadie más.  Caminó en silencio hasta el baño, tratando de no despertar a los pequeños entes que dormían por todo alrededor. 

Parecía exagerado, y tal vez lo era. Tanto como su actitud con Adrien el día anterior. Ahora que estaba más tranquila podía ver lo extremas de sus reacciones. Pero si todo era como ella lo pensaba, y Adrien la volvía tan débil como Chat Noir lo mejor era cortar su amistad de raíz y dejar de rondar entre ellos como polilla atraída por la luz. El sueño de la noche anterior se quedaría como un pequeño consuelo y nada más. Lo importante para ella ahora era seguir firme e ignorar la presencia de su ex-mejor amigo de ahora en adelante y evitar a Chat unos días más. Podría estar bien sin ellos.


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Adrien continuaba con los ojos fuertemente cerrados. Estaba en un plácido limbo entre el reconfortante mundo del sueño y el golpe de realidad que lo esperaba impacientemente. Por eso, en algún punto de la inconciencia creyó que si no mostraba señales de vida todavía podría posponer lo que le esperaba hasta donde fuera posible.

Sin embargo, pequeños golpes en sus labios lo obligaron, contra toda su voluntad, a despertar y enfrentar al mundo. Eso y la sensación de no poder respirar con libertad, y una presión sobre su rostro. Abrió los ojos con dificultad, pero solo vio negro. La sensación estaba siendo por demás agobiante, pero justo cuando iba a caer en desesperación un ronquido sonoro le hizo entender la situación.

— ¡Plagg, quítate de encima!

Gruñó Adrien mientras tomaba al Kwami de la cola con dos dedos, se lo quitaba de su rostro y lo arrojaba hasta los pies de la cama.

— ¡ Oye, más respeto niño! ¡No olvides que estás tratando con un Dios! — Renegó el ente sacudiendo su pelaje con soberbia y flotando hacia su desayuno.

—  ¡Que hacías arriba de mi cabeza! ¡ No podía respirar! Y... ¡Puaj! ¡Plagg, me estabas golpeando con la cola y tenía la boca abierta!

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