Baila conmigo

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— Bien, repasemos. ¿Soñaste con Adrien rechazándote? ¿Y por alguna extraña razón crees que eso es justo lo que va a pasar?

— Sip, estoy segura. — Contestó Marinette abrazada de la marioneta de Chat Noir que ella misma había confeccionado. Ocultando sus enormes ojos azules entre las negras orejas de tela del muñeco, y el resto de su rostro con el cuerpo de fieltro.

— ¡Marinette! ¿En serio no te has detenido a pensar que tu sueño solo es un reflejo de tus miedos?

Alya había acompañado a Marinette a su casa. Desde la escuela la notó extraña. Durante todo el día se mantuvo seria, y extrañamente distante con Adrien. Tomando en cuenta que Alya desde hace meses peleaba la atención de Marinette con el rubio que se había vuelto de a poco su mejor amigo, eso se salía por completo de su comportamiento habitual.

— ¡En serio niña! Deja de buscar pretextos tontos para afrontar tus emociones. Es ridículo que de repente te portes así con Adrien por algo que ¡No hizo! ¿Tanto te cuesta darte cuenta?

— ¿Ahora lo defiendes? — Contestó la azabache con un puchero en los labios.

— ¡No tendría por  qué! Marinette... El-no-te-hizo ¡Nada! — Respondió Alya remarcando el espacio entre cada palabra al borde de la exasperación, dando pequeñas vueltas  frente al diván de la habitación, donde Marinette se mantenía con las rodillas encaramadas. — Además, por muy mal que me caiga por acapararte tanto, ni él se merece que solo lo ignores sin razón.

— Tu no entiendes. Fue real, y raro. Es como si hubiera estado ahí, y luego ya no. ¿Cómo quieres que actúe normal después de eso?

Las alarmas en la mente de Alya se encendieron. Al fin y al cabo no vivían en un mundo normal, donde ciertas cosas no tuvieran explicaciones extraordinarias. Muchas veces esa clase de comportamientos extraños tenían la misma explicación en común.

— ¿Y si fue algún akuma? 

— ¿Qué clase de akuma me haría creer que Adrien no me quiere? — Respondió la azabache con un pequeño puchero en los labios, apenas visible cuando bajó el muñeco a su regazo y descruzó las rodillas.

— Alguno que quiera entristecer a la gente. Para que más personas puedan akumatizarse. ¡Si! Piénsalo, todo tendría sentido de ser así. — Alya sacó su celular del bolsillo del pantalón, y comenzó a teclear animosamente. — ¿Recuerdas si tuviste algún encuentro con un akuma en tu sueño?

— Pero entonces, más personas tendrían estos "recuerdos", como yo. — Apuntó Marinette recorriéndose para que su amiga tomara asiento junto a ella en el diván.

— Aún no sabemos si alguien más tiene los mismo síntomas. ¡Ya se! Abriré una nota en el Ladyblog, preguntando a los lectores si alguien ha sufrido pesadillas o sueños vívidos.

Alya era peligrosa cuando se trataba de buscar información. Marinette nunca pensó que contarle sobre su sueño podría orillarla a pensar en un akuma, y eso la puso nerviosa. Odiaba cuando Alya comenzaba a rebuscar de nuevo datos o pistas sobre su alter ego.

— Pero, por favor. No digas mi nombre. No quiero... esa clase de atención.

— No niña, no te preocupes. No diré nada. Solo abriré una encuesta, y ahí veremos que sucede. Tú deja todo en mis manos.


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Alya se fue temprano a su casa, justo después de comer con los padres de Marinette y adelantar un poco entre las dos sus tareas. Cuando Marinette se convirtió en la guardiana de la caja de los miraculous tuvo que mantener mucho tiempo a sus amigas alejadas; los Kwamis eran traviesos y escurridizos, y la metieron en toda clase de aprietos de los que por fortuna salió bien librada. Pero con el tiempo y las enseñanzas de Su-Han fueron amoldando las reglas, y Alya podía entrar de nuevo a la habitación de Marinette sin que eso se convirtiera en una amenaza a la identidad secreta de la azabache, sin embargo procuraba en lo posible no hacerlo.

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