C17. LÍA MALFOY

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-¡Qué bueno tener visita! - Un taciturno señor Lovegood nos saluda.

-¿Seguro que no molestamos señor?

-Un Potter siempre es bienvenido en mi casa

Observo a ese extraño hombre, tanto su ropa como su aspecto son tremendamente esperpénticos. Su mirada esta perdida, como si hubiera cosas a nuestro alrededor que no podemos ver. Este lugar me asusta un poco, aunque intento actuar con disimulo, no quiero que James piense que soy prejuiciosa.

-¿Queréis una taza de té?

-No se moleste, muchas gracias - Dice James con educación y con apuro

-Yo si señor, he pasado frío, me irá bien una taza de té. -James me mira con el pánico en sus ojos. -¿he dicho algo malo?

-Déjalo... Digamos que el té del señor Lovegood es especial...

Observo la extraña casa, cuelgan plantas y extraños objetos por doquier. Aquí se había criado la profesora Lovegood. James la consideraba como una tía, se había casado con el mejor amigo de sus padres y des de entonces los Weasley y los Potter se consideraban una familia. Me distraje en mis pensamientos, cómo alguien podía aceptar como su familia a gente con la que ni siquiera habían estado relacionados con sangre. Todo eso resultaba extraño, realmente solo siento que puedo confiar ciegamente en mi padre...no me imagino llamando familia a nadie más.

-James, tienes una amiga muy mona...- Dice el viejo ofreciéndome una taza de té -¿Quién es?

Sorbo el café con cuidado notando como los posos del café se me atragantan. Noto un sabor amargo inundar mi garganta y busco furtivamente la mirada de James, este se ríe con disimulo a las extrañas expresiones de mi cara. Aunque no lo admita me hace gracia.

-Disculpe mis modales - Digo dejando la taza abandonada - Soy Lía, Lía Malfoy

El señor Lovegood se queda mirándome, dudando si darme la mano.

-¿Está todo bien señor?

-Malfoy, los Malfoy no son bienvenidos a esta casa... Ellos, ellos se llevaron a mi luna.

James se interpone protectoramente entre el señor Lovegood y entre mí. Me escondo tras su espalda, y pese a que el Xenophilius se ve un viejo indefenso su mirada perdida y el temblor en todo su cuerpo hacen que me estremezca.

-Cálmese señor Lovegood...Lía no se ha criado como el resto de los Malfoy, ella es buena...

-Mi Luna...mi Luna ...- El señor se sienta en el sofá, repitiendo en bucle las mismas palabras...-Mortifagos, mortífagos...

James me sujeta la mano con cuidado. Y me lleva dirección a la puerta.

-Lía quédate aquí fuera por favor. Necesito hablar a solas con el señor Lovegood.

Me quedo fuera, en la nieve. Apenas me muevo de la puerta, esperando obedientemente. No sé en qué momento las lágrimas empiezan a cubrir mi rostro. Siempre iba a ser así, no quería culpar a ese pobre viejo decrépito... Pero realmente había sido víctima de los errores de los Malfoy, por mucho que no quisiera yo soy parte de este legado...

-Pequeña ...- Esa palabra me despierta de mis pensamientos

-¿Me has llamado pequeña? - Digo sonriendo

-Perdón- Dice tímidamente - Quería decir pequeña Malfoy...

-Prefiero pequeña - Digo observando sus grandes ojos verdes.

-Siento lo que ha pasado allá dentro, no estuvo bien... Él no quería incomodarte.

-No tienes que disculparte... Ese hombre vivió dos guerras...sufre estrés post traumático... Muchos lo tuvieron después de la guerra.

- Aun así, no quería que te llevaras este recuerdo

-Tranquilo, mi familia lo hizo sufrir, es justo que no me tenga amistad. Mis abuelos secuestraron a su hija por información, la encerraron en un calabozo.... Era solo una cría...

-No deberías pagar por lo que hizo tu familia Lía, yo sé que no eres como ellos.

Dicho esto me sujeta de la mano, acercando la otra mi mejilla. Me quedo petrificada, notando como su mano calienta mi mejilla a su paso, suplicando porque mis mejillas no me delatan.

-Gracias James

-No hay de qué...- Dice sonriéndome - Pequeña.

Esa palabra hace que se me funda el corazón. Notando como dragones aletean en mí estómago.

-¿Has cogido el hidromiel? - Digo apartándome bruscamente

-Las tiene en el cobertizo de atrás, me ha dicho que lo cojamos.

-Vale...- Digo observando nuestras manos

En ese momento me planteo que hacer: ¿debería soltarlo? Pero se siente cálido y agradable, ¿me va a soltar él? Por favor que no lo haga... Y con todas estas dudas y sin ninguna respuesta ambos decidimos volver a casa. En silencio, sin más palabras, notando nuestras manos cómplices y mis dragones rugiendo.

¡Estupido Potter!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora