CAPÍTULO VEINTICUATRO- TENTANDO AL DIABLO

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Eleora

Toda mi vida me la he pasado viviendo lo que otros han decidido para mí, caminando un camino lleno de sangre y espinas donde el mal reina, pero ningún libro de los miles que he leído me dicen que debo dejarme someter y continuar en lo mismo cuando los culpables de mi destino están bajo tierra.

Respiro profundo dejando sacar ese sentimiento que me quema, que me domina y que me debilita, pero no con el fin de morir con su nombre en mis labios sino para ponerle fin a este sentimiento que me tiene aquí arrodillada esperando el momento justo para actuar.

—Te amo, Mihail — susurro.

Siento como eleva el brazo con la Katana en mano, cierro los ojos y espero que descienda, con una pierna barro sus pies haciéndolo tambalear y con mi mano recibo el filo que corta mi palma, me incorporo rápidamente tomando el control de la situación girando la Katana y tomándola por la empuñadora. Miro sobre mis hombros como los Vorys apuntan a Adolphe y a Antoine cosa que me hace llevar el filo a la garganta del hombre en el suelo.

—Llámalo — pido — ¡Llámalo! — exclamo—Dile que Eleora Martinelli desea que el líder de la Bratva sea quien le corte la cabeza — demando.

—Señorita me va a disculpar— dice—, pero ustedes están desquiciados — indica bajo el agarre —. Sergei nos envió a nosotros, aunque nos dijo que intentáramos arreglar la situación porque estamos seguro que si la matamos él nos matará luego.

—No me interesa lo que él vaya a serle a ustedes — hago un corte incipiente en su cuello—, llámalo — pido nuevamente.

Saca el celular de su bolsillo marcando el número del ruso y le pido que lo ponga en altavoz para escuchar lo que dirá.

— ¿Ya le cortaste la cabeza? — pregunta al tomar la llamada.

Solo esa pregunta me hace remover el estómago.

—Señor, ella...— me mira y profundizo el corte —. Ella pide que venga usted mismo por ella.

—Maldita sea, Eleora — gruñe.

Le arranco el móvil quitando el altavoz y llevándolo a mi oreja.

—Escucha bien hijo de perra — empiezo—, no seas cobarde y ven tú mismo por mi cabeza — pido.

—Eleora no compliques las cosas — siento su respiración alterada—, ellos te matarán sin torturarte, si lo hago yo sufrirás y mucho más de lo que pasó en Kentucky — sigue.

—Ven, te esperaré tomando el té con tus hombres para que hagas lo que te dé la gana conmigo — ordeno—. Ya he sufrido bastante durante toda mi vida para tener que vivir huyendo de lo inevitable — explico—, no hagas las cosas más difíciles tú y ten los cojones para cortarme el cuello.

—Eleora — me nombra —, no elegimos nacer en este mundo y sabes cómo se procede en estos casos — explica y siento su dolor en sus palabras—. Si fuera por mí estuviera en Noruega comiéndote el coño y no aquí debatiéndome en que mierda haré cuando no te tenga — me duele el pecho—. Tu padre dañó a mi familia y tú eres la que debes sufrir por sus actos.

— Pero, ¿por qué yo? — susurro sintiendo como las lágrimas se apoderan de mis ojos— ¿Por qué debo pagar los errores de él?

—No hay otro Martinelli, cachorrita — habla pausadamente —. En la mafia las cosas son así — afirma.

— ¿Por qué no somos solo tú y yo? — propongo mirando a los hombres que bajan sus armas.

—Siempre seremos tú y yo — respira profundo—, en el cielo, en la tierra y en el infierno siempre seremos tú y yo.

ÉXTASISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora