𝗏𝖾𝗂𝗇𝗍𝗂𝗈𝖼𝗁𝗈

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Dean

Entre al negocio y me fui directo a buscar un dulce, si como un niño. La Roxy me quedo mirando raro y yo solo trataba de evitarla para que no me preguntara.

— ¿Me vas a contar? — indagó después de un par de minutos.

— ¿Puede ser después? — se lo quería contar, me vendría muy bien una palabras suyas pero aun me sentía raro.

Todo pasó tan rápido que ni siquiera me acuerdo de los detalles, ni de lo que dije. Pero si me acuerdo de lo que ella dijo, para mi mala suerte me acuerdo de todo.

— Nop — se negó— que sea ahora porque después me tengo que ir.

No le dije nada.

Solo pienso en lo estupido que fue, ni siquiera es como si le pudiera echar la culpa a ella, yo lo comencé y la Olivia lo termino. Ambos tenemos el mismo grado de culpa.

— Dean — me llamó la Roxy.

— No me digai' así.

— Sigues con eso — dijo con un tono de rendición, creo que pensó que lo había superado pero puede ver que no lo he hecho.

— Tú sabes porque.

— Pero eso es de hace años, no deberías dejar que te siga afectando.

Ni siquiera sabía si me seguía afectando, tal vez solo es la costumbre de decirle a todos que no me llamen así.

— No me afecta, Roxy — asegure — Desde hace tiempo que él ya no me importa.

— ¿Seguro?

La odio. Sabía que ya no me afectaba mi nombre, me afectaba él.

— Te odio — dije.

— Yo más.

Me sonreía con picardía, había logrado su cometido y eso la ponía de buen humor. Un humor que me vendría bien ahora.

— Mi papá me sigue pagando el preu— le conté— aunque yo no valla.

— Dile que mejor deposite esa plata en mi cuenta rut— se burló— así no la malgasta.

Ambos reímos.

— ¿No te ha llamado? — indagó.

— Nop, hace tiempo que ya no lo hace.

— Bueno, ahora lo odio más — afirmó.

Mi papá, si se le puede llamar así, es la persona con más haters que conozco. Antes de que mi mamá fallezca lo veía poco por su trabajo pero después de su muerte desapareció por completo.

Nos dejaba solos y no volvía en días, yo estaba acostumbrado a su ausencia pero la Dafne no. Por mucho tiempo la Dafne pensó que era su culpa que él no volviera a la casa y yo no sabía como sacar esa idea de su cabeza.

De milagro un día mi tía apareció en nuestra puerta y nos llevo a su casa para vivir con ella. Ahí ya estaba la Daría que tomo el papel de hermana mayor y nos ayudo a ambos a crear una personalidad junto a una armadura que nadie podía quebrantar.

Aunque la Olivia rasguñó un poco esa armadura inquebrantable.

La Daría siempre me decía que me amoldara a todas las situaciones, que no me limitara a ser solo de una forma cuando podía ser de muchas.

Ella ahora era el ejemplo que no quería seguir, ella murió por amores no correspondidos, amores peligrosos y aunque la Olivia no es alguien peligroso, es una señal para que deje de ilusionarme.

Picao a flaiteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora