AMOR EN LA LUZ DE LA LUNA

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Habían pasado unos años después de todo lo ocurrido en la finca Las Dianas, Inés estaba en la cocina dando órdenes a las nuevas criadas, la fiesta de cumpleaños de Alejandro sería la fiesta del año, porque Victoriano anunciaría su jubilación y dejaría que sus hijos se hicieran cargo de la empresa, él sólo gestionaría la finca.

Luego subió a su habitación, se duchó y esperó a que llegara su amor, pero lo que no esperaba es que estuviera en los "cascos" por algo. Irrumpió en la casa de un disparo, llamando a gritos a Inés, que no le respondió.

Estaba enfadado por tener que dejar el procesador, pero feliz de pasar más tiempo con Inés, sin embargo esta semana los dos estaban distanciados, él por dejar las cosas en orden para los niños de la empresa y ella por dejar todo en secreto para la fiesta de cumpleaños del hijo, estaban distanciados y sin quererse, él llegó ella ya estaba durmiendo, incluso él metiéndose con ella, no se despertó, ya Inés salió de la habitación antes de que él se despertara, se iba a la ciudad con Conny para hacer la fiesta bonita. Victoriano fue a la cocina y nada de ella, subió al dormitorio y la vio salir del baño.

- Inés, ¿qué te pasa? - No estoy seguro de que sea una buena idea -dijo, bajando la voz a un tono preocupado y deseando una respuesta, porque la distancia y la falta de ella en la cama lo estaban enfadando aún más.

- Conmigo nada, ahora contigo, esto no lo sé, siempre está viniendo enfadado, incluso parece que no se quiere retirar, y está poniendo excusas. Mira Victoriano yo no pedí dejar la empresa, sólo quería pasar más tiempo contigo, pero si tengo que tenerte así, siempre enfadado, no quiero otra cosa, déjalo. - Ya puedo dejarte solo, tengo que ocuparme de otra cosa. - se vistió y cuando salió del armario y te cogió del brazo.

- Podemos hablar. - asintió, pero no se detuvo a escucharlo, que se fue justo detrás de ella. - ¡Ines, para, quiero hablar contigo! - se detuvo y abrió la boca para decir algo, pero él la detuvo.

No terminó de hablar, la agarró y la besó con fuerza, empujando su cuerpo contra la pared, ella le devolvió el beso con la misma intensidad, sólo se detuvieron cuando se les acabó el aire, sus frentes se apretaron, jadeando, esperando recuperar el aliento.

- Eres increíble, en todos los sentidos mi morenita. - hablaba con deseo y pasaba la mano por su cuerpo. Ella le pasó la mano por la espalda haciendo que se excitara más. - Mi Amazona, quiero, quiero que seas mía. - la besó y cuando sus lenguas se tocaron y sus cabezas se giraron.

- ¡Vamos, salgamos de aquí!

- ¿A dónde vamos Victoriano? - ella lo miró sonriendo, y él habló susurrando a ella, que sonrió ampliamente.

Se dirigieron a los establos donde un criado preparó su caballo, y pronto vieron que la dama estaba junta y preparaba el suyo, la luna aclaraba la noche, luna llena en el cielo, y se dirigieron al nido de amor escondido en medio de la naturaleza.

Los dos cabalgaron unos 20 min, Inés siempre al lado de su amor, pasaron por la cascada, ella quería bajar allí, pero él no la dejó, la noche era clara y cálida, no serían los únicos allí, luego cabalgaron unos metros más hasta llegar a una hermosa cabaña que daba al acantilado.

Victoriano lo tenía hecho después de que decidió jubilarse, quería un lugar solo para ellos dos, aunque en la casa grande de la finca, solo vivían ellos, pero las casas de los hijos, Diana y Alejandro, Emiliano y Conny estaba en la finca y los nietos siempre estaban por allí.

Cuando llegaron ella parecía encantada con todo lo que había allí, algunas partes aún no estaban listas, en el salón él puso leña en la chimenea se volvió hacia ella y habló.

- Échale leña al fuego, candela, ¡Que quiero ser la llama en tu hoguera! - dio una carcajada.

- Cantarás para mí, Victoriano. - él rápidamente la tomó por la cintura y comenzaron a bailar, pues empezó a cantarle.

- Echale leña al fuego, candela
Que quiero ser la llama en tu hoguera
# Envía fuego al fuego, vela #
Y dame el cielo de tus caderas
# Brilla en el fuego, vela #
Déjame recorrerte entero
# Monta el fuego, la vela #
Y luego haz de mí lo que quieras

Yo quiero arder en la hoguera
De tu pelo, vela
Que se derrama sobre mi pecho
Y estaré ahí para ti, y estaré ahí para ti

Inés comenzó a quitarle la camisa, abriéndose y pasando su mano por su pectoral rascándose de placer y él comenzó a quitarle la blusa, estaban más que deseosos, Victoriano cogió una manta y la puso delante de la chimenea, y la tumbó con delicadeza le quitó las botas, se abrió los pantalones y al momento le quitó los pantalones y las bragas dejándola desnuda, se quitó la ropa y se tumbó encima de ella.

- Hoy no es lento, te quiero rudo y fuerte, te quiero dentro de mí. - ella no necesitó decir nada más él se enterró dentro de ella y ella gritó de placer y él era fuerte y rudo y se amaron como dos animales dispuestos, era pura pasión. - Ahhhh pues vete fuerte, Victoriano ámame desgarra de placer, ohhhh. - él se movió con fuerza y ella gimió con fuerza.

- Inés, eres mi mujer, mi amazona, mi yegua pura, cómo puedes ser tan ardiente después de años de matrimonio, hum, así, mi amazona, ven. - La levantó y le dio la vuelta dejándola sentada sobre él, apoyó sus manos en los hombros y cabalgó con maestría sobre su marido. - Así que Amazon se monta en mí. Ahhhhhhhh que delicioso eres. Quiero que seas mía por completo, mi amazona para siempre.

- Ahhhhhh, humm amor eres más que perfecto, Ahhhhhh Victoriano para siempre. - le sonrió a él, que intensificó sus movimientos, oyendo a lo lejos el agua de ella y el caballo de él golpeando los cascos en el suelo, relinchando, resoplando, aunque estaban fuera, oían a los dos amándose en la cabaña.

- Inés mírame, mírame a los ojos y córrete para mí, sólo para mí Inés, ahhhhhh eres una magnífica amazona. - ella lo montó y Victoriano la sujetó de la cintura con fuerza y ella gimió, sintieron que sus cuerpos respondían al mayor placer y llegaron al ápice de un goce que los dejó más que satisfechos, saciaron sus deseos, se quedaron abrazados un rato.

- Inés, ¡estás más buena con el paso del tiempo!

- Sí, tengo un caballo indómito en casa, y no puedo dejar a este semental suelto en ningún pasto, ya ha estado demasiado tiempo en pastos ajenos. - habló abrazándolo, pero con las manos de Victoriano en su cintura.

- Lo sé, pero el único que me pone las riendas y me amansa eres tú. - habló oliendo su pelo y besando su cuello. - Ahora ven aquí, vamos a ocuparnos de otro asunto sí Mi Amazona. -sonríe y lo monta de nuevo.


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