El regreso

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Parte I - Cris Maldonado y Eugênio Lizarde

POV. Cris

Estaba allí como siempre, siempre era el mismo día de la semana. El miércoles, y juré que sería la última vez, estoy cansada de ser siempre yo que busca, yo que va detrás. Respiro con fuerza, cojo el abrigo y las llaves del coche y me voy. Me voy a casa y trato de olvidar en su existencia.

POV. Eugenio

La veo salir del hotel, siempre eras así, todos los miércoles entraba y se quedaba allí dos o tres horas, luego la via salir. ¿Si me estaba esperando? Quería ir a abrazarla y decirle lo mucho que la quiero. Pero no podía, siempre estaba guapa, elegante y como siempre con tacones negros. La echo de menos. La mujer que realmente me conmovió. Después de verla salir del hotel, volví al cuartel general. No podía quedarme mucho tiempo fuera, mis superiores podrían darse cuenta de que me voy los miércoles y tardarían en volver.

[...]

- Hola, estoy en casa. - Dije anunciando que ya estaba en casa, dejé el bolso y las llaves en la mesa de la esquina, me quité los zapatos y me dirigí a la cocina.

- Hola - vino sonriendo, era hermoso, mi amor, la fuerza que me movía desde el accidente.

- ¿Te gusta lo hermosa que eres? - Me acerco y le doy un beso. - Y apestoso. ¿A dónde vas?

- Mamá, para, no voy a ir a ninguna parte. La tía dejó la compra.

- ¿Has pedido todo esta vez?

- Sí, lo hice. ¿Cuándo voy a ver tu nuevo trabajo?

- No vayas, no te quiero allí.

- Oh, vamos, mamá.

- Benjamín, mi trabajo no es algo agradable para que lo vea un niño de tu edad. Oh, hijo.

- Ya he terminado de hablar. Pero cuando te quedaste en el hospital, me dejaste ir.

- Ben, mi amor, ser una médica forense es diferente ahora. - Intento hacerle entender que ya no soy la estrella del centro médico, la mujer maravilla del centro quirúrgico. - No hablo con mis pacientes. Los veo, hago mi trabajo y ya está.

- Qué cambio, mamá, de cirujana neurológica a médico forense.

- Sí. Eso pasa cuando tienes un accidente y dejas de ser bueno en lo que haces es donde vamos. Dentro de las habitaciones se abren los muertos. - Mi hijo me mira con esa cara de que le da pena que haya perdido mi trabajo después del accidente.

- Hola chicos, ya estoy en casa. - La veo entrar y vamos por más explicaciones. Mi madre siempre venía a casa, después del accidente era todos los días.

- Hola abuela, me alegro de que hayas venido. - Beso a mi nieto y miro a mi hija. Todavía no puedo creer que después del accidente siga siendo hermosa. - Hola amor, ¿cómo estás?

- Hola Sra. Maldonado. - La beso y siento sus brazos apretando mi cuerpo. Siempre lo hace, supongo que para recordarme que no me he muerta, o incluso para que sienta que estoy ahí.

- No me llames asi,  soy tu madre. - Está a la defensiva, siempre fue así cuando llegué a su casa. - ¿Cómo van las cosas y el nuevo trabajo?

- Está bien, mis pacientes no se quejan cuando estoy temblando con un bisturí en la mano. - dije secamente. Me mira con desaprobación. - ¿Cena?

Nos quedamos allí, comento, Benjamin fue la luz de mi vida, nació cuando pensé que nada más cambiaría. Y vino. Luego, cuando perdí la esperanza, él apareció, cuidó de mí y de Ben, fueron años increíbles. Y cuando rompimos y volví a estar sola. Eugenio era reservado, siempre estaba trabajando, pero cuando estaba en casa, se notaba que tenía vida.

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