Victoria en el país de las maravillas Parte IV

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Parte IV - La pelea - Dionisio Ferrer

Victoria entró en su piso secreto en la capital, sólo Marcela su hermana conocía ese lugar, era para poder relajarse y no ser molestada por nadie. Entró, puso la bolsa en el sofá, miró a su alrededor y le llamó, llamó y empezó a mirar alrededor, en las habitaciones, en la cocina y no contestó.

¿Dónde diablos está este hombre? - dijo irritada, sabía que allí había algo mal.

Estuvo allí 20 minutos cuando vio que se abría la puerta, él entró con una sonrisa iluminada y tarareando, lo que la irritó aún más.

Vic: Dónde estaba Dionisio, o más bien con quién estaba, maldito demonio.

Dio: Um, hola mi morena, estaba por aquí. - habló acercándose a ella por detrás y besando su cuello.

Victoria se apartó de él, resopló, sabía que iba a pelear, y que como siempre el motivo de la pelea sería la rubia Calderón con la que Dionisio insistía en tener un romance.

Dio: Morena, para, ven aquí.

¿Estuviste con ella?

Dio: Victoria, que de nuevo, sabes dónde y con quién estaba, para qué hacer un escándalo. Soy yo, Dioniso Ferrer. No tengo que darte la satisfacción de lo que hago y con quién hablo.

Vic: Yo te traje aquí, es a mí a quien debes agradecer.

Dio: ¿Debo agradecerte? Estás loco, me alejaste de ella, estaba con ella en su cama.

Vic: Pero viniste, viniste porque quisiste, no te obligué a venir, sólo te llamé y viniste como un cachorro.

Dio: ¡He venido porque no tenía la oportunidad de tenerte, pero ahora sí!

Vic: ¿Qué vas a hacer, follar conmigo y luego correr a follar con la rubia?

Dio: Estoy aquí, ¿no? Ven aquí, Vic, para. Estoy aquí morena, estoy aquí porque quiero. Sabía que vendrías a verme y salí a sorprenderte, mira aquí lo compré para ti. - cogió una bolsa y se la entregó.

Vic: ¿Qué es?

Dio: ¡Vamos a abrirlo! Quiero que me lo pongas.

Victoria abrió la bolsa, era un vestido de encaje rojo, un vestido de tubo, más o menos hasta las rodillas, todo de encaje y rojo, junto con un conjunto de ropa interior y dentro había un estuche con otro regalo.

Vic: ¿Y este? - y le quitó el estuche de las manos y lo abrió, mostrando la hermosa joya, un collar de oro blanco con un rubí en la punta.

Dio: Quiero hacerte el amor, morena, llevando sólo este hermoso y maravilloso collar que te he comprado. Ahora deja de mirarme con esa cara y ven a "complacerme", ven a hacerme feliz, porque te quiero desnuda en esta cama y gritando de tanto placer que te voy a dar.

Él tira de ella con fuerza uniendo sus cuerpos, la besa con rudeza, ella gime con el roce de sus labios, pero luego el beso se vuelve más suave, la hace girar y la aprieta dejándola pegada de nuevo a él, y comienza a hablarle cosas al oído.

Dio: Ve y ponte ese vestido para mí, mi morena, te quiero hermosa y olorosa. - Le entrega el vestido y, cuando está saliendo de la habitación, le da un puñetazo en la mano y una bofetada en el culo, haciéndola saltar y gritar por el impacto.

Vic: Aiiiiiii, eso duele. - dijo alisando el lugar donde había recibido la bofetada.

Victoria tarda unos 20 minutos, se baña, usando el perfume que más le gustaba a Dionisio, luego se pone la ropa interior y el vestido, dejando el collar para que él se lo ponga. Estaba en el dormitorio con las copas de champán en las manos esperando a su morena.

Dio: Hum, qué bonita es esta mia morena. - Le coge la mano y le hace girar 360 grados sobre sí misma para verla mejor, luego le dio una copa donde brindaron por ese momento. - Supongo que ahora me merezco mi regalo, ¿no?

Sorben el líquido de esas tazas de forma provocativa, mirándose a los ojos. Dionisio sujetó la cara de Victoria, haciendo que se quedara quieta mirándole, y la besó con fuerza, fuerte, la lengua de Dionisio entró en su boca sin pedirle permiso, Victoria gimió entre sus labios, entonces la cogió por la cintura y la acercó, ella le echó los brazos al cuello.

El beso se volvió intenso, más que dos volcanes a punto de entrar en erupción. Fue un beso rudo y salvaje, los dos parecían dos animales en celo dispuestos a acoplarse, pero lo que realmente había era un hombre rudo en busca de placer y una mujer con ganas de algo más intenso y salvaje, algo que en ese momento sólo Dionisio Ferrer podía darle a la señora Victoria Ruffo.

Se sentó en el extremo de la cama trayéndola en su regazo, no se dijeron palabras, en ese momento no eran necesarias, sólo sus cuerpos hablaban, y eso era suficiente.

Dionisio la miró y ella supo lo que tenía que hacer, se pusieron de pie y ella comenzó a quitarle la ropa, se la quitó con besos húmedos y calientes de ella, él olía a esa mujer de una manera intensa, algo que sólo tenían ellos dos, cuando le quitó la última pieza de ropa, con brutalidad le dio la espalda y la tiró sobre la cama.


Victoria gritó poniéndose en la posición a la que él la había arrojado, sabía que era intenso en todo. Ella se quedó esperando su ataque, Dionisio se puso de rodillas en la cama, casi encima de ella, y empezó a besarla por todo el vestido.

Vic: Ahhhhhh me encantas cuando es salvaje como esto. - sonrió y le mordió el culo con hambre.

Dio: Shiiii, quiero que te calles. Shiiii.....

Agarró el dobladillo de su vestido y en un solo movimiento lo rasgó de abajo hacia arriba, Victoria gritó, la agarró por el pelo, haciéndole una cola, y la hizo cuartos. Ella le hizo obedecer, él mordió, olió, besó y lamió su espalda, su nuca, su pelo y su culo.

Victoria estaba en éxtasis con aquel hombre, siempre eran así, nunca era lo mismo, siempre había algo, cuando menos lo esperaba le arrancó las bragas y le dio una fuerte palmada en el culo y la penetró sin previo aviso.

Con el empujón Victoria salió despedida hacia adelante y gritó fuertemente, él la jaló del cabello, y la hizo moverse, y así estuvieron los dos, él penetrándola ruda y fuertemente, hasta que sintió que se iba a correr, salió de ella rápidamente arrojándola de nuevo sobre la cama, sin siquiera darle tiempo a respirar, Le dio la vuelta y la penetró de nuevo, ella enseguida enredó sus piernas en las caderas de Dionisio, haciendo movimientos sincronizados de pasión y lujuria, y así los dos se amaron intensamente durante la noche, la cama era poco para los dos, y el suelo era testigo.

Victoria se corrió casi chorreando su miel sobre él, pero quería más, la puso de nuevo sobre la cama y de lado la penetró con fuerza e intensidad, cuando se corrió por segunda vez, ella se movió haciendo cabriolas para él, y fue la chispa para que todo el fuego volviera a empezar.

Dionisio la tumbó, cogiendo sus piernas y poniéndolas sobre su pecho, y la penetró, con una mano sujetando sus piernas, con la otra masajeando sus pechos, y bajando hasta su clítoris, para que el placer fuera mucho mayor.

Cuando sus cuerpos no pudieron aguantar más, explotaron, alcanzando la cúspide del placer. Dionisio se lanzó junto a ella, que intentaba contener la respiración, estaban agotados, habían llegado al clímax muchas veces esa tarde. El silencio sólo se rompió cuando ella habló del collar.

Vic: Todavía tenemos la ronda de collares, ¿la quieres ahora o después del baño?

Dio: ¡Después de que duerma un poco, he terminado morena! - ella sonrió y supo algo que le haría replantearse su respuesta.

Vic: Sueño reparador, lo sé, lo sé. Pero entonces, déjalo para el viaje de vuelta, quiero llegar a la granja todavía soleado.

Dionisio se levantó y fue hacia ella, tomó el collar y la sacó de la cama, poniéndole el collar.

Dio: ¡Sólo quiero verlo! Qué granja nada, eres mi morena y te quedarás aquí hasta que yo quiera.

La tarde se convirtió en noche que entró en la madrugada que vio aparecer el alba, ambos agotados, durmieron después de un maratón sexual y salvaje bien al estilo Dionisio Ferrer.

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