IMPERIO 5.

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Adriano y yo fuimos novios por tres meses, pero no funcionó ya que parecíamos más mejores amigos que novios. Esa ilusión que tuve se fue cuando me di cuenta que quizá solo íbamos a arruinar nuestra amistad con una relación que no iba a ningún lado.

A papá la había costado aceptarlo, pero lo hizo para que meses después se molestará pensando que Adriano me había hecho algo malo y no fue así, no derrame ni una sola lágrima pues fue algo que decidimos los dos. Ahora es una de las personas que mejor me conoce y es mi mejor amigo. Dejamos de ser novios, pero no perdí nada, al contrario, gané a un mejor amigo increíble.

Aunque papá no lo acepté confía en Adriano y una prueba de ello es que deja que él me traiga a casa algunos días a la semana. Hace un mes que terminamos.

— Te veo mañana, te quiero monstruo. — Me da un beso en la mejilla cuando se detiene frente a mi casa.

— Y yo a ti bicho. — Se ríe como siempre que lo llamo así. Como lo dije, somos mejores amigos e incluso así de simple nos tratábamos siendo novios. Soy feliz siendo solamente su amiga y que él sea mi mejor amigo.

Cuando entro a mi habitación hay un ramo de lirios blancos — mis flores favoritas — y no necesito pensar mucho como para saber quién las envió.

Jamás aceptes a alguien que no te trate igual o mejor que yo. Te amo.
Papá.

Siempre que le regala rosas a mamá también lo hace conmigo y me hace sonreír. Su razón para que no tenga novio es decirme que con él tengo todo lo que necesito, rosas, regalos y demás, que no necesito a ningún otro hombre. Y en algo papá tiene razón, jamás debería aceptar a alguien que no me trate de la misma manera o incluso mejor que él.

A decir verdad, no entiendo por qué mi relación con Adriano no funciono, durante los tres meses que estuvimos juntos me trato demasiado bien, creo que nunca nos peleamos por nada en serio, siempre fueron discusiones super tontas por robarse la comida de mi plato o cuando me burlaba porque no sabe hacer barquitos de papel y él se burlaba porque yo no sé jugar tenis. Esas fueron nuestras super discusiones durante tres meses.

Al día siguiente voy al centro comercial con Lexie y aunque tengo mucha ropa, tenis y demás, siempre termino comprando perfumes, libros, cositas para decorar mi habitación, ropa deportiva — que es lo que más uso —, me encantan los anillos y jamás tendré suficientes. Esta vez también compro una raqueta de tenis. Aunque no sé jugar, sigo intentando. Quizá tenga que pasar otra vergüenza con Adriano como cuando salíamos, los últimos tres meses la he pasado como tres veces y él aun no aprende a tocar ni una sola nota en el piano así que estamos a mano.

— ¿En serio no ibas a comprar nada? — Lexie mira con burla mis bolsas.

— La mayoría son cosas para mi habitación. — Le lanzo una papa frita.

El papá de Lexie viene a recogerla se ofreció a llevarme, pero preferí que no, pues yo debo esperar a Patrick que está atascado en el caos vial de Nueva York.

Mientras espero veo en el aparador de una tienda de música un libro con canciones de piano y sin dudarlo entro a comprarlo. Desde los cinco años me gusta tocar el piano y a diferencia del tenis en ello si soy buena, es relájate.

— ¡Aitana! — Me giro y veo a Oliver. — Hola. — Me sonríe dándome un beso en la mejilla tomándome por sorpresa.

— Hola. — Le regreso la sonrisa, pero algo nerviosa y sorprendida.

— Hace más de tres meses que no te veía. — Asiento. 

De hecho, creo que son cuatro. La última vez que lo vi, lo dejé sentado en la cafetería cuando me pidió mi número. Me asusté y no supe que hacer. Un par de semanas después Adriano y yo nos hicimos novios.

— Perdón por haberme ido así ese día. — Sonríe. No sé si deba disculparme, pero siendo realistas él se disculpó cuando me golpeo con la puerta.

— Te perdono si me das algo a cambio. — Frunzo el ceño.

— ¿Qué cosa? — Sin saber por qué me pongo nerviosa.

— Tu número. — Aprieto los labios. — Porque tu apellido ya lo sé. — Abro la boca sorprendida.

— ¿Cómo lo sabes?

— Bueno, tengo internet y la familia Ivanova es muy popular en redes sociales. — Resoplo.

Hace dos semanas mis papás tuvieron un evento importante y por supuesto sus hijos teníamos que estar presentes. La prensa no se pierde ni uno solo de esos eventos y obvio salieron notas en revistas y redes sociales. Supongo que Oliver vio alguna de ellas.

— Bueno, soy Aitana Ivanova. — Me sonríe.

— Bueno, Aitana Ivanova, ¿Me darías tu número o vas a salir corriendo de nuevo? — Suspiro.

Termino aceptando y se lo doy, pero me llama para confirmar que sea de verdad el mío y así yo pueda guardar el suyo.

Se queda conmigo mientras Patrick llega que no fueron más de quince minutos; aun así, prefiero que no me vea con él o sería la segunda vez y esta vez sí le diría a papá, tiene una excelente memoria sobre todo con los rostros. Quiero evitar problemas, suficiente es con que aún tenga que ir al psicólogo por mi mal comportamiento de hace un par de años. Solo voy una o dos veces al mes por órdenes de mamá, a decir verdad, a veces es bueno tener con quién hablar y te escuche sin juzgar. Papá me obligo a ir cuando terminé con Adriano pues no quería que cayera en depresión o algo así, yo insistía en que era innecesario, pero tuve que hacerlo.

Esa noche habló por WhatsApp con Oliver hasta que me quedo dormida y por la mañana antes de irme al colegio me envía un mensaje deseándome un buen día, me sorprendió muchísimo cuando lo leí.

— ¿Con quién hablas monstruo? — Pregunta Adriano mientras estamos en el descanso.

— Se llama Oliver, lo conocí hace algunos meses, pero no había hablado de nuevo con él y ayer lo vi de nuevo en el centro comercial.

Por supuesto tengo que contarle lo poco que sé de él y sobre todo la manera en que lo conocí la cual le causa gracia. Realmente lo es; no le terminas dando tu número al hombre que casi te rompe la cabeza con la puerta del baño.

— ¿Ya le dijiste a tu papá? — Me dice en tono burlón.

— ¡No! — Exclamo.

— Oye que yo soporté más de media hora de amenazas y cuando terminamos estuve a punto de morir. — Suelto una carcajada golpeando su pecho con el dorso de la mano. — Así que él también lo va a tener que hacer. — Me abraza dándome un beso en la sien. — Y mira que yo no te hice nada.

— Oye, hace cinco meses que lo conoces, sabes como es.

— Al menos ya me quiere, ¿No?

— Confía en ti y eso es más importante que si te quiere, créeme. — Suelta una carcajada.

—Le voy a pedir que se tome una fotografía conmigo para subirla a Instagram y presumir que el doctor Ivanova confía en mí. — Ambos nos reímos y me pasa el brazo por los hombros mientras caminamos para que me acompañe a mi clase.

Ya nadie nos mira extraño cuando nos ven juntos, de hecho, eso dejo de pasar como dos semanas después de que fuera oficial nuestra relación. Cuando terminamos volvieron las miradas esta vez de lastima, pero pasaron algunos días después al ver que nos llevábamos demasiado bien y que incluso somos mejores amigos. Lexie no entendía por qué decidimos terminar, pero al final lo entendió o no le quedo de otra que aceptarlo.

AITANA. (Imperio #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora